El 22 de mayo se reunirán dos liberales de mercado libre en el Kremlin: uno de ellos es un expetrolero, hijo de un presidente estadounidense, el otro es un exagente de la KGB, hijo de un hombre de mantenimiento de San Petersburgo. A pesar de sus muy distintos antecedentes, el presidente George W. Bush y Vladimir Putin están forjando una admirablemente cercana asociación. En efecto, la cooperación en la guerra internacional contra el terrorismo, el reciente acuerdo para reducir depósitos enteros de las existencias de armas nucleares y el reacercamiento de Rusia con la OTAN parecen ser sólo el inicio de un proceso que todos los días profundiza la integración de Rusia con Occidente.
El 22 de mayo se reunirán dos liberales de mercado libre en el Kremlin: uno de ellos es un expetrolero, hijo de un presidente estadounidense, el otro es un exagente de la KGB, hijo de un hombre de mantenimiento de San Petersburgo. A pesar de sus muy distintos antecedentes, el presidente George W. Bush y Vladimir Putin están forjando una admirablemente cercana asociación. En efecto, la cooperación en la guerra internacional contra el terrorismo, el reciente acuerdo para reducir depósitos enteros de las existencias de armas nucleares y el reacercamiento de Rusia con la OTAN parecen ser sólo el inicio de un proceso que todos los días profundiza la integración de Rusia con Occidente.