NUEVA YORK – Hace poco, en el palacio presidencial en Dakar, el primer ministro francés Édouard Philippe entregó al presidente senegalés Macky Sall un sable antiguo. Pero no era un regalo: el sable volvía a casa, más de un siglo después de haber sido robado.
NUEVA YORK – Hace poco, en el palacio presidencial en Dakar, el primer ministro francés Édouard Philippe entregó al presidente senegalés Macky Sall un sable antiguo. Pero no era un regalo: el sable volvía a casa, más de un siglo después de haber sido robado.