Recordando a Zhao Ziyang

Las condiciones en las que vivía Zhao Ziyang al momento de su muerte, aislado totalmente de la sociedad china a causa de un arresto domiciliario ilegal que duró 16 años, son una vergüenza tanto para la justicia del país como para el Partido Comunista Chino (PCC).

La persecución contra Zhao fue la persecución contra un líder que se dedicó durante más de una década a hacer esfuerzos innovadores que se convirtieron en los cimientos de las reformas económicas de China. A finales de los setenta, los campesinos chinos habían perdido desde hacía mucho los derechos sobre sus tierras, debido a la colectivización y al establecimiento de las comunas populares. Es un derecho que nunca han recuperado. Sin embargo, Zhao fue el primero que propuso devolverle la autonomía a los campesinos e inició de esa manera las primeras pruebas piloto para abolir las comunas populares.

La industria china se había convertido en subsidiaria del gobierno a través de las nacionalizaciones y la planificación central. Zhao fue el primero en proponer "una ampliación de la autonomía para las empresas chinas" y "el restablecimiento de una relación sana entre el gobierno y la industria". La autonomía ampliada para las empresas y los campesinos fue un primer y muy importante paso cuyo éxito llevó con el tiempo a una reforma económica total.

Esa es una de las muchas victorias graduales que Zhao obtuvo para permitir que el pueblo chino saliera del asfixiante estancamiento del socialismo maoísta. Como Primer Ministro, Zhao aplicó reformas económicas durante diez años que trajeron avances sostenidos con los que el pueblo, el campesinado sobre todo, disfrutó de mejoras tangibles.

Pero Zhao fue también el único líder del PCC que propuso un paquete de reformas políticas para abordar el sistema de gobierno unipartidista de China. El monopolio absoluto del Partido sobre el poder político garantizó sistemáticamente que cada equivocación que cometiera --como la terrible década de la Revolución Cultural-- se convirtiera en una crisis prolongada a nivel nacional.

Para una estabilidad genuina y duradera, Zhao propuso reformas que tenían como objetivo final la legalización y la sistematización de la democracia. Deseaba establecer la clase de política democrática que apoya y alimenta a una economía de mercado sana. Aunque los objetivos prácticos de corto plazo de las reformas políticas de Zhao estaban limitados por las circunstancias en las que fueron propuestas, todas las medidas buscaban limitar el poder del Partido Comunista y representaban un paso hacia la restitución pacífica del poder al pueblo chino. El paquete de Zhao --un rompimiento brusco con el totalitarismo de Mao-- fue aprobado por el 13° Congreso del Partido, oficialmente la máxima autoridad dentro del PCC.

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Durante los veinte meses en que fue Secretario General del PCC, Zhao creó una cultura en la que el Politburó se abstuvo de intervenir en los tribunales y puso fin a sus intentos por controlar la literatura y las artes. Zhao abolió la política de que las organizaciones del Partido administraran las empresas y el sistema por el cual los fa ren ("representantes legales") eran el corazón de las mismas.

Desafortunadamente las reformas políticas de Zhao fueron suspendidas cuando cayó del poder. El terrible resultado fue la negación indiscriminada de los derechos civiles y los principios de la democracia y el surgimiento de lo que los líderes de hoy llaman "el socialismo con características chinas" --un amargo eufemismo que significa el poder absoluto del Partido y del gobierno mezclado con intereses comerciales.

La suerte de Zhao también es un recordatorio escalofriante de otras injusticias que pesan sobre la conciencia de quienes ahora están en el poder. La única razón del mal trato sostenido del que fue objeto Zhao fue que se opuso a la violenta represión en la Plaza Tiananmen en 1989. Como Secretario General esa debió ser su decisión, pero las cosas no sucedieron como deberían haber sucedido.

Hay que recordar que el ex Secretario General Hu Yaobang, a quien Deng Xiaoping había obligado a renunciar dos años antes debido a su postura liberal, murió en abril de 1989, lo que provocó manifestaciones estudiantiles espontáneas y pacíficas en Beijing, que se extendieron por todo el país. Sólo en Beijing, medio millón de estudiantes universitarios participaron en este movimiento.

Duró 50 días y tuvo el apoyo entusiasta de los residentes de Beijing y de gente de todo el país. Zhao señaló al Politburó que los sentimientos expresados por los estudiantes y los residentes en su conmemoración de Hu, en sus protestas contra la corrupción y en sus deseos de democracia eran en realidad los mismos que ellos tenían. El creía que era posible solucionar las protestas estudiantiles y respetar los principios de la democracia y el Estado de derecho.

Bajo la dirección de Zhao, el Politburó y su Comité Permanente llamaron al diálogo con los estudiantes. Sin embargo, ese rumbo esperanzador cambió totalmente cuando Deng Xiaoping reveló su deseo de llevar a cabo una represión violenta.

Al final todo se decidió en una lucha entre cinco miembros del Comité Permanente del Politburó: Li Peng y Yao Yiling buscaban utilizar a los militares. Zhao se oponía. Qiao Shi y Hu Qili al principio estuvieron del lado de Zhao, pero después le retiraron su apoyo y le pidieron a Deng Xiaoping que tomara la decisión definitiva.

Con esas evidentes divisiones profundas, Deng optó por obviar a todas las instituciones existentes, el Politburó del Partido, el Comité Central, y el Congreso Popular Nacional y su Comité Permanente. Sin mayores discusiones, Deng movilizó a 500,000 efectivos para que ingresaran a Beijing y reprimieran a estudiantes y civiles desarmados. La masacre de la Plaza Tiananmen de 1989 fue una tragedia para China y otra tragedia para el siglo XX. Han pasado diecisiés años, pero el dolor permanece en los corazones y la mente del pueblo.

En los años que han pasado, los líderes chinos han sido responsables no sólo del ilegal arresto domiciliario de Zhao, sino también de un esfuerzo sistemático por borrar su nombre de la historia. Pero sus esfuerzos por ocultar la verdad sobre el pasado tan sólo revelan su debilidad y su descaro. Hay algo que no pueden cambiar: Zhao Ziyang sigue con nosotros, en la lucha continua del pueblo chino por los derechos y la democracia.

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