NUEVA YORK – Hace unos cuarenta años, cuando entré a la Universidad de Oxford como estudiante de posgrado, indiqué que me interesaba estudiar Medio Oriente. Me informaron que esta parte del mundo se clasificaba entre los “Estudios Orientales”, y que me asignarían el profesor adecuado. Sin embargo, cuando llegué a la oficina de mi profesor para tener una primera reunión, observé que sus libreros tenían obras con caracteres chinos. Mi profesor era especialista en lo que era, al menos para mí en ese entonces, el Oriente equivocado.
NUEVA YORK – Hace unos cuarenta años, cuando entré a la Universidad de Oxford como estudiante de posgrado, indiqué que me interesaba estudiar Medio Oriente. Me informaron que esta parte del mundo se clasificaba entre los “Estudios Orientales”, y que me asignarían el profesor adecuado. Sin embargo, cuando llegué a la oficina de mi profesor para tener una primera reunión, observé que sus libreros tenían obras con caracteres chinos. Mi profesor era especialista en lo que era, al menos para mí en ese entonces, el Oriente equivocado.