MOSCÚ – El año 1984, justo antes del ascenso de Mikhail Gorbachov al poder, en Moscú se tenía la impresión de que la Unión Soviética estaba petrificada, y que nada podría cambiar. Sin embargo, acto seguido todo cambió, exteriorizándose el alcance de la transformación que había ocurrido debajo de la superficie. Hoy, un ambiente similar impregna Moscú, ya que a simple vista el régimen del presidente Vladimir Putin aparentemente es estable, incluso inquebrantable. Pero, tal como ocurrió en aquel entonces, una mirada más cercana revela una serie de grietas en la armadura.
MOSCÚ – El año 1984, justo antes del ascenso de Mikhail Gorbachov al poder, en Moscú se tenía la impresión de que la Unión Soviética estaba petrificada, y que nada podría cambiar. Sin embargo, acto seguido todo cambió, exteriorizándose el alcance de la transformación que había ocurrido debajo de la superficie. Hoy, un ambiente similar impregna Moscú, ya que a simple vista el régimen del presidente Vladimir Putin aparentemente es estable, incluso inquebrantable. Pero, tal como ocurrió en aquel entonces, una mirada más cercana revela una serie de grietas en la armadura.