BUDAPEST – La segunda ronda de la elección parlamentaria griega el 17 de junio es sólo el último síntoma de la crisis más seria que afectó a las democracias occidentales y las sociedades abiertas desde los años 1960. Las democracias liberales en Occidente hoy luchan por evitar -y, al hacerlo, exacerban- una crisis de identidad, que pone en riesgo el contrato social existente y amenaza con su implosión.
BUDAPEST – La segunda ronda de la elección parlamentaria griega el 17 de junio es sólo el último síntoma de la crisis más seria que afectó a las democracias occidentales y las sociedades abiertas desde los años 1960. Las democracias liberales en Occidente hoy luchan por evitar -y, al hacerlo, exacerban- una crisis de identidad, que pone en riesgo el contrato social existente y amenaza con su implosión.