STANFORD/PRAGA – Los esfuerzos de los gobiernos para acceder a las comunicaciones privadas no son nada nuevo. En décadas pasadas, esos intentos de intromisión solían justificarse en aras de la seguridad nacional. Hoy día, sin embargo, los responsables de las políticas alegan que la seguridad infantil y la desinformación son los motivos que justifican los límites a la privacidad. A menudo son las democracias establecidas la que encabezan este ataque, allanando así, inadvertidamente, el terreno a los autócratas del mundo.
STANFORD/PRAGA – Los esfuerzos de los gobiernos para acceder a las comunicaciones privadas no son nada nuevo. En décadas pasadas, esos intentos de intromisión solían justificarse en aras de la seguridad nacional. Hoy día, sin embargo, los responsables de las políticas alegan que la seguridad infantil y la desinformación son los motivos que justifican los límites a la privacidad. A menudo son las democracias establecidas la que encabezan este ataque, allanando así, inadvertidamente, el terreno a los autócratas del mundo.