NUEVA YORK – Ante una amenaza importante, la gente solía recurrir a la ayuda de la religión o el gobierno. Hoy, la crisis climática se está acelerando, parte de Europa se encuentra en guerra, Estados Unidos está profundamente polarizado y aquejado por una creciente violencia con armas de fuego, el COVID-19 sigue aquí y las economías desarrolladas enfrentan la perspectiva de una recesión estanflacionaria. Sin embargo, aunque millones de seres humanos de todo el planeta sufren en lo económico y lo emocional, la religión ha perdido en gran medida su autoridad moral e influencia práctica, y muchos gobiernos se ven maniatados o están controlados por autócratas.
Por supuesto, el sector privado por sí solo no puede resolver todos estos problemas. Pero ¿sería el mundo al menos un mejor lugar si las empresas y los inversionistas siguieran con consistencia criterios medioambientales, sociales y de gobernanza?
No tan rápido, dicen algunos. La idea de que las empresas tengan la obligación de declarar y tratar indicadores de ESG con el mismo rigor que el que aplican actualmente a sus resultados financieros es debatible. Algunos políticos han intentado hacer de esto un tema partidista. Los grandes inversionistas plantean que la gran cantidad de propuestas prescriptivas de ESG en las reuniones anuales de accionistas de esta temporada muestra que el movimiento por las inversiones sostenibles ha ido demasiado lejos. El director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, tuiteó hace poco su oposición al concepto después de que el fabricante de coches eléctricos fuera eliminado del Índice de ESG 500 de S&P.
No obstante, el capital todavía puede ser un factor crucial para un cambio global positivo, aunque tal vez no de la manera en que se podría suponer. El capital que puede desempeñar un papel clave en masificar los criterios de ESG es el que pasa por los mercados privados del mundo, no por las bolsas de valores públicas. Después de todo, nueve de cada diez personas empleadas en el sector corporativo trabaja para una empresa privada. Y por cada firma que cotiza en la bolsa existen 200 empresas privadas. Los negocios privados son el corazón del capitalismo. Y la arteria principal a través de la que las firmas más importantes obtienen recursos para crecer son los mercados privados y, en particular, el capital privado.
Es cierto que, tradicionalmente, el capital privado no es la primera cosa que se viene a la mente a la hora de hablar de cómo mejorar el mundo. Pero, aunque este sector ha existido en su forma actual desde la década de 1980, hoy gestiona más de $9 billones en activos y posee muchas de las compañías de las que dependemos para nuestra vida cotidiana. Más aún, está a punto de entrar en un cambio de época, a medida que los fundadores de varias firmas de capital privado principales se vayan jubilando y una nueva generación tome las riendas.
Este grupo, formado por ejecutivos que hoy tienen treinta o cuarenta años, está bien consciente de las fallas de los inversionistas nacidos en la década dorada de 1950 e inspirados en Gordon Gekko y de las limitaciones de la visión de Milton Friedman de que la única responsabilidad social de los líderes de negocios es aumentar al máximo el valor de las acciones. En lo fundamental, la nueva ola de líderes del capital privado cree que el capitalismo puede producir una prosperidad compartida y duradera. Piensan que para generar buenos retornos financieros es necesario reconocer que la sostenibilidad, el medio ambiente y la dignidad de los trabajadores son centrales para el desarrollo de empresas duraderas. Esta visión se sostiene en la creencia de que las organizaciones exitosas crean una dinámica recíprocamente positiva entre trabajadores, empleadores, clientes y proveedores, y las comunidades donde funcionan.
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En este ambiente de retornos multidimensionales, es esencial desarrollar indicadores no financieros y, sin embargo, materiales, así como establecer parámetros de referencia y estándares de rendimiento. Probablemente el gurú de la gestión Peter Drucker nunca dijo que “Si no lo puedes medir, no lo puedes gestionar”, pero eso no lo hace menos verdadero.
La elección de qué indicadores de ESG utilizar puede variar según la región, sector industrial, tamaño de la empresa y los objetivos de sus propietarios. Pero esta no es razón para renunciar a fijarse estándares. Hay multitud de indicadores importantes que cada empresa puede medir con regularidad para asegurarse de estar haciendo lo correcto.
No hay una solución universal para recoger datos de ESG, pero sí hay un mínimo. Aplaudimos el trabajo de la Iniciativa de Convergencia de Datos ESG por desarrollar indicadores básicos para las declaracones, así como los esfuerzos de la Junta Internacional de Estándares de Sostenibilidad por actualizar y globalizar los estándares basados en la industria.
Hoy es necesario dar seguimiento a esta información. En todo el planeta hay más de 8.000 firmas de inversión de mercado privadas, la vasta mayoría de las cuales todavía no ha adoptado los criterios de ESG. Eso debe cambiar. Las entidades normativas pronto lo exigirán, a medida que entren en vigor reglas y estándares como el Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles y las recomendadas por el Grupo de Tareas sobre Declaraciones Financieras relacionadas con el Clima. Los inversionistas también lo exigirán; de hecho, ya lo están haciendo, como lo demuestra el importante aumento de la cantidad de propuestas relacionadas con el clima en las asambleas de accionistas de este año. Y la sociedad necesita que los inversionistas presten mayor atención a los factores de ESG ante el alza de las tensiones sociales y la inestabilidad ambiental sin precedentes que estamos viviendo. En pocas palabras, tenemos que pasar del “confíen en mí” al “véanlo”.
Hace casi 90 años en EE.UU., el Congreso creó la Comisión de Valores y Bolsa, y el sector contable estableció los Principios de contabilidad generalmente aceptados. Las empresas cuyas declaraciones financieras habían sido hasta entonces desiguales e irregulares comenzaron a hacerlo con regularidad y transparencia. A su vez, los mercados de capital se reforzaron con una más amplia participación de inversionistas y la llegada de la democracia de los accionistas.
Hoy tenemos que hacer lo mismo con las declaraciones de ESG y la democracia de los actores interesados. Y una nueva generación de protagonistas del mercado privado puede liderar el camino.
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Anders Åslund
considers what the US presidential election will mean for Ukraine, says that only a humiliating loss in the war could threaten Vladimir Putin’s position, urges the EU to take additional steps to ensure a rapid and successful Ukrainian accession, and more.
NUEVA YORK – Ante una amenaza importante, la gente solía recurrir a la ayuda de la religión o el gobierno. Hoy, la crisis climática se está acelerando, parte de Europa se encuentra en guerra, Estados Unidos está profundamente polarizado y aquejado por una creciente violencia con armas de fuego, el COVID-19 sigue aquí y las economías desarrolladas enfrentan la perspectiva de una recesión estanflacionaria. Sin embargo, aunque millones de seres humanos de todo el planeta sufren en lo económico y lo emocional, la religión ha perdido en gran medida su autoridad moral e influencia práctica, y muchos gobiernos se ven maniatados o están controlados por autócratas.
Por supuesto, el sector privado por sí solo no puede resolver todos estos problemas. Pero ¿sería el mundo al menos un mejor lugar si las empresas y los inversionistas siguieran con consistencia criterios medioambientales, sociales y de gobernanza?
No tan rápido, dicen algunos. La idea de que las empresas tengan la obligación de declarar y tratar indicadores de ESG con el mismo rigor que el que aplican actualmente a sus resultados financieros es debatible. Algunos políticos han intentado hacer de esto un tema partidista. Los grandes inversionistas plantean que la gran cantidad de propuestas prescriptivas de ESG en las reuniones anuales de accionistas de esta temporada muestra que el movimiento por las inversiones sostenibles ha ido demasiado lejos. El director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, tuiteó hace poco su oposición al concepto después de que el fabricante de coches eléctricos fuera eliminado del Índice de ESG 500 de S&P.
No obstante, el capital todavía puede ser un factor crucial para un cambio global positivo, aunque tal vez no de la manera en que se podría suponer. El capital que puede desempeñar un papel clave en masificar los criterios de ESG es el que pasa por los mercados privados del mundo, no por las bolsas de valores públicas. Después de todo, nueve de cada diez personas empleadas en el sector corporativo trabaja para una empresa privada. Y por cada firma que cotiza en la bolsa existen 200 empresas privadas. Los negocios privados son el corazón del capitalismo. Y la arteria principal a través de la que las firmas más importantes obtienen recursos para crecer son los mercados privados y, en particular, el capital privado.
Es cierto que, tradicionalmente, el capital privado no es la primera cosa que se viene a la mente a la hora de hablar de cómo mejorar el mundo. Pero, aunque este sector ha existido en su forma actual desde la década de 1980, hoy gestiona más de $9 billones en activos y posee muchas de las compañías de las que dependemos para nuestra vida cotidiana. Más aún, está a punto de entrar en un cambio de época, a medida que los fundadores de varias firmas de capital privado principales se vayan jubilando y una nueva generación tome las riendas.
Este grupo, formado por ejecutivos que hoy tienen treinta o cuarenta años, está bien consciente de las fallas de los inversionistas nacidos en la década dorada de 1950 e inspirados en Gordon Gekko y de las limitaciones de la visión de Milton Friedman de que la única responsabilidad social de los líderes de negocios es aumentar al máximo el valor de las acciones. En lo fundamental, la nueva ola de líderes del capital privado cree que el capitalismo puede producir una prosperidad compartida y duradera. Piensan que para generar buenos retornos financieros es necesario reconocer que la sostenibilidad, el medio ambiente y la dignidad de los trabajadores son centrales para el desarrollo de empresas duraderas. Esta visión se sostiene en la creencia de que las organizaciones exitosas crean una dinámica recíprocamente positiva entre trabajadores, empleadores, clientes y proveedores, y las comunidades donde funcionan.
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En este ambiente de retornos multidimensionales, es esencial desarrollar indicadores no financieros y, sin embargo, materiales, así como establecer parámetros de referencia y estándares de rendimiento. Probablemente el gurú de la gestión Peter Drucker nunca dijo que “Si no lo puedes medir, no lo puedes gestionar”, pero eso no lo hace menos verdadero.
La elección de qué indicadores de ESG utilizar puede variar según la región, sector industrial, tamaño de la empresa y los objetivos de sus propietarios. Pero esta no es razón para renunciar a fijarse estándares. Hay multitud de indicadores importantes que cada empresa puede medir con regularidad para asegurarse de estar haciendo lo correcto.
Por ejemplo, todas las compañías deberían hacer un seguimiento de su uso de agua dulce, su generación de desechos, y sus emisiones directas e indirectas, y monitorear si alguna de sus actividades está causando sellado del suelo. Otros indicadores clave podrían ser la diversidad del equipo de gerencia y la junta de directores, la deserción de empleados, las lesiones laborales y las violaciones de seguridad de los datos.
No hay una solución universal para recoger datos de ESG, pero sí hay un mínimo. Aplaudimos el trabajo de la Iniciativa de Convergencia de Datos ESG por desarrollar indicadores básicos para las declaracones, así como los esfuerzos de la Junta Internacional de Estándares de Sostenibilidad por actualizar y globalizar los estándares basados en la industria.
Hoy es necesario dar seguimiento a esta información. En todo el planeta hay más de 8.000 firmas de inversión de mercado privadas, la vasta mayoría de las cuales todavía no ha adoptado los criterios de ESG. Eso debe cambiar. Las entidades normativas pronto lo exigirán, a medida que entren en vigor reglas y estándares como el Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles y las recomendadas por el Grupo de Tareas sobre Declaraciones Financieras relacionadas con el Clima. Los inversionistas también lo exigirán; de hecho, ya lo están haciendo, como lo demuestra el importante aumento de la cantidad de propuestas relacionadas con el clima en las asambleas de accionistas de este año. Y la sociedad necesita que los inversionistas presten mayor atención a los factores de ESG ante el alza de las tensiones sociales y la inestabilidad ambiental sin precedentes que estamos viviendo. En pocas palabras, tenemos que pasar del “confíen en mí” al “véanlo”.
Hace casi 90 años en EE.UU., el Congreso creó la Comisión de Valores y Bolsa, y el sector contable estableció los Principios de contabilidad generalmente aceptados. Las empresas cuyas declaraciones financieras habían sido hasta entonces desiguales e irregulares comenzaron a hacerlo con regularidad y transparencia. A su vez, los mercados de capital se reforzaron con una más amplia participación de inversionistas y la llegada de la democracia de los accionistas.
Hoy tenemos que hacer lo mismo con las declaraciones de ESG y la democracia de los actores interesados. Y una nueva generación de protagonistas del mercado privado puede liderar el camino.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen