LONDRES – El año pasado, los países de la OCDE colectivamente asignaron más de 220.000 millones de dólares en ayuda oficial para el desarrollo (AOD). Pero una ola creciente de desinformación está minando la efectividad de estas inversiones.
Por ejemplo, se necesita con urgencia un incremento considerable del financiamiento para la adaptación climática, pero el impacto de los llamados a una mayor inversión probablemente sería limitado si las campañas de desinformación persuadieran a la gente de que el calentamiento global no existe o de que no vale la pena ocuparse de él. Como demostró el COVID-19, las respuestas pandémicas pueden verse afectadas negativamente si la gente es víctima de un asesoramiento sanitario engañoso. Y sin una prensa libre e independiente que haga rendir cuentas a los políticos y a los responsables de las políticas, las hambrunas se tornan más factibles, porque los recursos cada vez más escasos como el agua y la tierra cultivable pueden ser gestionados de manera deficiente si no existe una gobernanza transparente y equitativa.
Más preocupante aún es el hecho de que la desinformación amenaza no solo al desarrollo, sino también a la propia democracia. En tanto los medios se esfuerzan por sobrevivir en un paisaje mediático complejo y de cambios acelerados, los abusos del poder político y corporativo quedan fuera del radar. El periodismo independiente es uno de los baluartesmás económicos y eficaces contra el autoritarismo. De hecho, es tan efectivo que los autócratas gastan miles de millones de dólares por año para socavarlo influyendo en los relatos de los medios domésticos y extranjeros, como demuestra el informe de Freedom House sobre la influencia mediática global de China.
Sin embargo, mientras que los regímenes autocráticos invierten miles de millones en desinformación, los países occidentales están haciendo poco para ocuparse del problema. Sin duda, los responsables de las políticas y los políticos hacen hincapié en el rol vital de la libertad de prensa en discursos, informes sobre desinformación y conferencias sobre democracia. Pero la inversión gubernamental global en periodismo de interés público sigue siendo sorprendentemente baja.
El Comité de Asistencia para el Desarrollo (CAD) de la OCDE recientemente publicó un informe emblemático que subraya este “desfase entre la retórica y la asignación de recursos”. Un estudio cartográfico detallado de la AOD para medios determinó que los países donantes no han asignado recursos suficientes para responder como corresponde a la dramática erosión de la integridad de la información a nivel mundial.
En los últimos diez años, el porcentaje de la población global que vive bajo un régimen autocrático ha aumentado, del 49% al 70%, la desinformación se ha incrementado en todos los países y las amenazas financieras que enfrentan los medios independientes se han vuelto existenciales. Pero la ayuda a los medios no ha sufrido modificaciones: 38 países de la OCDE gastan un total de alrededor de 500 millones de dólares anuales -o aproximadamente un tercio del presupuesto estimado para propaganda de Rusia-. Esto representa menos del 0,2% de la AOD total en 2022 (el año más reciente del que se tienen estadísticas).
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Peor aún, solo una pequeña fracción de este apoyo se canaliza directamente a entidades mediáticas independientes en los países receptores. El informe detalla que menos del 10% de la AOD para medios y el entorno informativo se entrega a periodistas, medios y organizaciones de la sociedad civil abocadas al periodismo. Esto representa apenas el 0,05% de la AOD total entre 2016 y 2022. A menos que se incremente la AOD para periodismo de manera significativa, los medios de interés público en muchos países desaparecerán, con consecuencias nefastas para las sociedades de las que estos medios forman parte. Los procesos democráticos se desestabilizarán y el progreso en materia de desarrollo se paralizará -quizá de manera irrevocable.
Afortunadamente, algunos países donantes finalmente han comenzado a reconocer esta necesidad. En marzo, el CAD de la OCDE publicó un nuevo conjunto de principios para brindar apoyo relevante y efectivo a los medios y al entorno informativo, lo que exige aumentar la asistencia financiera y otras formas de apoyo, y fortalecer el liderazgo y la titularidad a nivel local. Esto implica “garantizar que un porcentaje más significativo de la AOD para el desarrollo de medios llegue de manera directa a los actores locales y regionales, y “aumentar la disponibilidad de apoyo directo, flexible y confiable, al que se pueda acceder fácilmente y que incluya financiación básica y financiamiento de más largo plazo y en múltiples años”.
Esto sugiere que los bajos niveles de inversión en periodismo independente no reflejan una falta de conocimiento o evidencia. Por el contrario, los países donantes consideran que este tipo de ayuda es políticamente complejo y difícil de ejecutar -y con razón-. La inversión en medios independientes puede complicar las relaciones entre gobiernos. Por otra parte, ni siquiera los países donantes grandes pueden invertir en el personal necesario para respaldar a las entidades mediáticas de manera eficiente como parte de su apoyo bilateral de AOD a los países.
Por otra parte, preservar la independencia editorial de los medios sigue siendo esencial. Si bien la cantidad de AOD que va directamente a las entidades mediáticas es inaceptablemente baja, también sería inapropiado que los países donantes aumentaran ellos mismos la asistencia directa -ningún gobierno debería seleccionar y elegir qué medios merecen una ayuda.
Nuestra organización, el Fondo Internacional para Medios de Interés Público (que financió el estudio del CAD de la OCDE, pero no participó en la recopilación o el análisis de datos), se creó para abordar estos desafíos. En su calidad de fondo multilateral que reúne contribuciones de un grupo grande y diverso de donantes, el Fondo está diseñado para canalizar el financiamiento a los medios de manera rápida y en escala, sin comprometer la independencia editorial de las redacciones que solventa.
De igual importancia son las otras organizaciones globales, regionales y locales que ayudan a fortalecer la capacidad de los medios independientes, defender la libertad de prensa y presionar por una reforma regulatoria. El Fondo Internacional se creó para trabajar en sinergia con estas entidades.
Todas estas iniciativas están en condiciones de incrementar su ayuda. Pero necesitan más recursos. También deben trabajar en conjunto para hacer que la ayuda a los medios sea una parte central de las discusiones políticas vinculadas a la política exterior y al desarrollo internacional. Si trabajamos mancomunadamente, podemos instar a los responsables de la toma de decisiones en el gobierno que tienen incidencia en el gasto de AOD a aumentar la ayuda para esta área de vital importancia. Esto se puede lograr amplificando las voces constructivas y ampliando la coalición de actores que respaldan a los medios independientes, particularmente conectando la difícil situación del periodismo con otros problemas de alto perfil como la desinformación y la corrupción.
De cara al futuro, la inteligencia artificial alterará de manera fundamental el ecosistema de información, haciendo que la inversión en periodismo sea aún más esencial. Con suficiente financiamiento, los medios independientes podrán desarrollar las herramientas y la capacidad para implementar nuevas tecnologías al servicio del interés público, en lugar de quedar rezagados -como sucedió luego del crecimiento de las redes sociales-. Si los países donantes de la OCDE aumentaran su apoyo a los medios del 0,2% al 1% de la AOD total -un incremento relativamente pequeño, dada la magnitud del desafío-, habría disponibles más de 2.000 millones de dólares para el sector a nivel global.
Los países occidentales han venido lamentando la crisis de los medios independientes desde hace más de diez años. Pero la inversión de ayuda externa en periodismo se ha mantenido estática durante ese período. El mundo ha cambiado drásticamente en los últimos diez años y un giro en la estrategia de los donantes está pendiente desde hace mucho tiempo. Llegó la hora de salvar al periodismo independiente. Cuanto más permitamos que prospere la desinformación, menos probable será que sobreviva la democracia.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
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LONDRES – El año pasado, los países de la OCDE colectivamente asignaron más de 220.000 millones de dólares en ayuda oficial para el desarrollo (AOD). Pero una ola creciente de desinformación está minando la efectividad de estas inversiones.
Por ejemplo, se necesita con urgencia un incremento considerable del financiamiento para la adaptación climática, pero el impacto de los llamados a una mayor inversión probablemente sería limitado si las campañas de desinformación persuadieran a la gente de que el calentamiento global no existe o de que no vale la pena ocuparse de él. Como demostró el COVID-19, las respuestas pandémicas pueden verse afectadas negativamente si la gente es víctima de un asesoramiento sanitario engañoso. Y sin una prensa libre e independiente que haga rendir cuentas a los políticos y a los responsables de las políticas, las hambrunas se tornan más factibles, porque los recursos cada vez más escasos como el agua y la tierra cultivable pueden ser gestionados de manera deficiente si no existe una gobernanza transparente y equitativa.
Más preocupante aún es el hecho de que la desinformación amenaza no solo al desarrollo, sino también a la propia democracia. En tanto los medios se esfuerzan por sobrevivir en un paisaje mediático complejo y de cambios acelerados, los abusos del poder político y corporativo quedan fuera del radar. El periodismo independiente es uno de los baluartesmás económicos y eficaces contra el autoritarismo. De hecho, es tan efectivo que los autócratas gastan miles de millones de dólares por año para socavarlo influyendo en los relatos de los medios domésticos y extranjeros, como demuestra el informe de Freedom House sobre la influencia mediática global de China.
Sin embargo, mientras que los regímenes autocráticos invierten miles de millones en desinformación, los países occidentales están haciendo poco para ocuparse del problema. Sin duda, los responsables de las políticas y los políticos hacen hincapié en el rol vital de la libertad de prensa en discursos, informes sobre desinformación y conferencias sobre democracia. Pero la inversión gubernamental global en periodismo de interés público sigue siendo sorprendentemente baja.
El Comité de Asistencia para el Desarrollo (CAD) de la OCDE recientemente publicó un informe emblemático que subraya este “desfase entre la retórica y la asignación de recursos”. Un estudio cartográfico detallado de la AOD para medios determinó que los países donantes no han asignado recursos suficientes para responder como corresponde a la dramática erosión de la integridad de la información a nivel mundial.
En los últimos diez años, el porcentaje de la población global que vive bajo un régimen autocrático ha aumentado, del 49% al 70%, la desinformación se ha incrementado en todos los países y las amenazas financieras que enfrentan los medios independientes se han vuelto existenciales. Pero la ayuda a los medios no ha sufrido modificaciones: 38 países de la OCDE gastan un total de alrededor de 500 millones de dólares anuales -o aproximadamente un tercio del presupuesto estimado para propaganda de Rusia-. Esto representa menos del 0,2% de la AOD total en 2022 (el año más reciente del que se tienen estadísticas).
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Afortunadamente, algunos países donantes finalmente han comenzado a reconocer esta necesidad. En marzo, el CAD de la OCDE publicó un nuevo conjunto de principios para brindar apoyo relevante y efectivo a los medios y al entorno informativo, lo que exige aumentar la asistencia financiera y otras formas de apoyo, y fortalecer el liderazgo y la titularidad a nivel local. Esto implica “garantizar que un porcentaje más significativo de la AOD para el desarrollo de medios llegue de manera directa a los actores locales y regionales, y “aumentar la disponibilidad de apoyo directo, flexible y confiable, al que se pueda acceder fácilmente y que incluya financiación básica y financiamiento de más largo plazo y en múltiples años”.
Esto sugiere que los bajos niveles de inversión en periodismo independente no reflejan una falta de conocimiento o evidencia. Por el contrario, los países donantes consideran que este tipo de ayuda es políticamente complejo y difícil de ejecutar -y con razón-. La inversión en medios independientes puede complicar las relaciones entre gobiernos. Por otra parte, ni siquiera los países donantes grandes pueden invertir en el personal necesario para respaldar a las entidades mediáticas de manera eficiente como parte de su apoyo bilateral de AOD a los países.
Por otra parte, preservar la independencia editorial de los medios sigue siendo esencial. Si bien la cantidad de AOD que va directamente a las entidades mediáticas es inaceptablemente baja, también sería inapropiado que los países donantes aumentaran ellos mismos la asistencia directa -ningún gobierno debería seleccionar y elegir qué medios merecen una ayuda.
Nuestra organización, el Fondo Internacional para Medios de Interés Público (que financió el estudio del CAD de la OCDE, pero no participó en la recopilación o el análisis de datos), se creó para abordar estos desafíos. En su calidad de fondo multilateral que reúne contribuciones de un grupo grande y diverso de donantes, el Fondo está diseñado para canalizar el financiamiento a los medios de manera rápida y en escala, sin comprometer la independencia editorial de las redacciones que solventa.
De igual importancia son las otras organizaciones globales, regionales y locales que ayudan a fortalecer la capacidad de los medios independientes, defender la libertad de prensa y presionar por una reforma regulatoria. El Fondo Internacional se creó para trabajar en sinergia con estas entidades.
Todas estas iniciativas están en condiciones de incrementar su ayuda. Pero necesitan más recursos. También deben trabajar en conjunto para hacer que la ayuda a los medios sea una parte central de las discusiones políticas vinculadas a la política exterior y al desarrollo internacional. Si trabajamos mancomunadamente, podemos instar a los responsables de la toma de decisiones en el gobierno que tienen incidencia en el gasto de AOD a aumentar la ayuda para esta área de vital importancia. Esto se puede lograr amplificando las voces constructivas y ampliando la coalición de actores que respaldan a los medios independientes, particularmente conectando la difícil situación del periodismo con otros problemas de alto perfil como la desinformación y la corrupción.
De cara al futuro, la inteligencia artificial alterará de manera fundamental el ecosistema de información, haciendo que la inversión en periodismo sea aún más esencial. Con suficiente financiamiento, los medios independientes podrán desarrollar las herramientas y la capacidad para implementar nuevas tecnologías al servicio del interés público, en lugar de quedar rezagados -como sucedió luego del crecimiento de las redes sociales-. Si los países donantes de la OCDE aumentaran su apoyo a los medios del 0,2% al 1% de la AOD total -un incremento relativamente pequeño, dada la magnitud del desafío-, habría disponibles más de 2.000 millones de dólares para el sector a nivel global.
Los países occidentales han venido lamentando la crisis de los medios independientes desde hace más de diez años. Pero la inversión de ayuda externa en periodismo se ha mantenido estática durante ese período. El mundo ha cambiado drásticamente en los últimos diez años y un giro en la estrategia de los donantes está pendiente desde hace mucho tiempo. Llegó la hora de salvar al periodismo independiente. Cuanto más permitamos que prospere la desinformación, menos probable será que sobreviva la democracia.