TOKIO – A pesar del implacable desplazamiento del poder económico global hacia el continente asiático, y el ascenso de China como una gran potencia –los principales sucesos históricos de nuestro tiempo, que serán el motor de los asuntos mundiales en el futuro previsible- la atención de los Estados Unidos se ha centrado en otras cuestiones. Los ataques terroristas de 2001, seguidos de las guerras en Irak y Afganistán, la gran contracción de 2008, la primavera árabe, y la crisis de deuda soberana de Europa, todo distrajeron a los Estados Unidos e impidieron que ayudaran a crear una estructura duradera de paz en la que se tuviera en cuenta el resurgimiento actual de Asia.
TOKIO – A pesar del implacable desplazamiento del poder económico global hacia el continente asiático, y el ascenso de China como una gran potencia –los principales sucesos históricos de nuestro tiempo, que serán el motor de los asuntos mundiales en el futuro previsible- la atención de los Estados Unidos se ha centrado en otras cuestiones. Los ataques terroristas de 2001, seguidos de las guerras en Irak y Afganistán, la gran contracción de 2008, la primavera árabe, y la crisis de deuda soberana de Europa, todo distrajeron a los Estados Unidos e impidieron que ayudaran a crear una estructura duradera de paz en la que se tuviera en cuenta el resurgimiento actual de Asia.