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Israel posibilita la guerra de desgaste iraní

TEL AVIV – En 2017 Irán reveló un reloj digital que marca los días que faltan hasta la destrucción de Israel en 2040. La muestra, ubicada en la plaza Palestina de Teherán, encarna el compromiso de larga data de la República Islámica con la aniquilación del Estado judío. Hay quienes perciben a esta promesa como un mero ejercicio retórico para conseguir apoyo local y del mundo musulmán, pero mientras la guerra de Gaza se eterniza y parece encaminada a extenderse, muchos israelíes, entre ellos el ex primer ministro Ehud Barak, perciben que Irán está llevando adelante un plan de acción, sin importar las consecuencias.

La campaña para eliminar a Israel deriva de la creencia escatológica chiita de que el Mahdi —el decimosegundo imán y mesías islámico— regresará cuando el mundo llegue a su fin. El régimen iraní está cada vez más convencido de que erradicar a Israel es un paso necesario para el regreso del Mahdi. El fundador de la República Islámica, ayatolá Ruhollah Jomeiní, atribuyó el deterioro histórico del islam a una conspiración extranjera y acusó a las potencias occidentales de usar al sionismo para ingresar a Medio Oriente. Desde esa perspectiva, liberar del control israelí a los lugares sagrados islámicos de Jerusalén y destruir al régimen sionista redimiría y renovaría al islam contemporáneo.

Resulta preocupante que muchos miembros del régimen iraní hayan señalado que este es el momento adecuado para lograr esa meta sagrada. En 2020, el ayatolá Alí Jamenei, líder supremo sucesor de Jomeiní, afirmó que el régimen sionista era un «tumor maligno» que «será, sin dudas, arrancado de cuajo y destruido». A fines del año pasado, Hossein Salami, jefe de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria de Irán, prometió borrar a Israel «de la faz de la existencia» después de que un ataque aéreo israelí a Damasco causara la muerte de un general iraní de alto rango.

Desde Adolf Hitler hasta Vladímir Putin, e incluso Osama bin Laden, la historia nos ha enseñado a tomar al pie de la letra las amenazas de los ataques con inspiración ideológica; pero la República Islámica ha dado claras muestras de  cautela: el radicalismo no necesariamente implica la irracionalidad y el suicidio. En vez de un enfrentamiento histórico, nuclear o convencional, Irán parece haberse embarcado en una guerra de desgaste de larga duración contra Israel.

La guerra de Gaza ilustró la estrategia iraní de rodear a Israel con una red de fuerzas subsidiarias, que incluye a Hizbulá en el Líbano, Hamás en Gaza, la Yihad Islámica en Cisjordania, los hutíes en Yemen, y milicias chiitas en Siria e Irak. El objetivo es desgastar a Israel, evitando el enfrentamiento directo. Es cierto, el ataque masivo en abril de Irán contra Israel con drones y misiles constituyó una excepción notable, pero necesaria, para mantener su credibilidad como líder del —así llamado— Eje de Resistencia y frente a los votantes conservadores.

La sorprendente capacidad de Hamás para aislar al país y exponer sus dificultades incidió sobre la reciente decisión iraní de aumentar la presión sobre Israel a través de sus subsidiarias. Específicamente, Irán no pudo ignorar que el ataque de Hamás del 7 de octubre frustró el plan de Arabia Saudita de unirse al  Acuerdo de Abraham y normalizar sus relaciones diplomáticas con Israel. Ese ataque asesino y la guerra subsiguiente dieron por tierra con la gran visión del presidente estadounidense Joe Biden de una alianza entre los árabes sunitas y los israelíes, que Irán percibe como una amenaza existencial.

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Además, Irán logró recientes «avances alarmantes y sin precedentes hacia un programa nuclear militar», según el Instituto Israelí de Estudios para la Seguridad Nacional. Pero eso no significa que Irán vaya a lanzar su primera bomba contra Tel Aviv; en lugar de ello, con ese paraguas nuclear podría redoblar sus esfuerzos para debilitar a Israel usando medios convencionales para lograr su colapso. Dada la capacidad israelí de un segundo ataque de respuesta, Irán entiende que un enfrentamiento nuclear probablemente causaría su propia destrucción.

Cuando Irán advierte —como lo hizo su misión en las Naciones Unidas el 28 de junio— que lanzará una «guerra de destrucción» si Israel ataca al Líbano, está tratando de disuadir a Israel y evitar una guerra no nuclear que podría destruir a sus activos libaneses. Hizbulá se unió a la guerra contra Israel solo para guardar las apariencias frente a los palestinos y vería con agrado que el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu aceptara un cese del fuego en Gaza, que permitiría a la milicia chiita salir del conflicto.

Con ese telón de fondo, la clave que posibilita la guerra iraní de desgaste es, de hecho, el propio gobierno israelí. La meta poco realista de Netanyahu, una «victoria completa» en Gaza, juega a favor de la estrategia iraní de envolver a Israel en un conflicto poco fructífero mientras orquesta un plan de largo plazo para destruir al estado judío. Al prolongar la guerra innecesariamente y negarse a aceptar que la autoridad Palestina participe en la gobernanza de Gaza, el gobierno de Netanyahu aisló a Israel, tensó las relaciones con sus benefactores estadounidenses y erosionó su propia disuasión estratégica.

Resulta que los únicos fanáticos realmente irracionales y de gatillo fácil en esta ecuación letal son Netanyahu y sus aliados teofascistas, quienes están decididos a lanzarse a una guerra apocalíptica en Gaza y el Líbano. Cuando el norte de Israel quedó en llamas después del mayor aluvión de misiles lanzado por Hizbulá hasta la fecha y hubo que evacuar a la población civil, Orit Strock, ministro de asentamientos y misiones nacionales del Partido Sionista Religioso, exclamó que era un tiempo de milagros para los asentamientos cisjordanos. Strock se refería a la creencia de que Dios destruirá a los enemigos de Israel y les legará la tierra.

Quienes son presa de esas alucinaciones mesiánicas cuentan con un colaborador dispuesto en Netanyahu, juntos están avanzando más en la aniquilación del proyecto nacional judío de lo que Irán jamás pudo haber soñado lograr por sí mismo.

Traducción al español por Ant-Translation.

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