Necesarios pero no queridos

NUEVA YORK – Baruch Spinoza, el filósofo holandés del siglo XVII, Benjamin Disraeli, el primer ministro británico del siglo XIX, y Nicolas Sarkozy, el presidente francés del siglo XXI, tienen algo en común: todos fueron hijos de inmigrantes. La gente migró a otros países durante miles de años –para escapar, prosperar, ser libres o, simplemente, para volver a empezar-. Muchos de ellos enriquecieron sus tierras adoptivas logrando grandes cosas o procreando hijos que así lo hicieron.

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