NUEVA YORK – Durante la pandemia de COVID-19, la vida pública se la llegado a paralizar en gran parte del mundo. Sin embargo, para los dos mil millones de personas que habitan países afectados por conflictos, no ha habido ninguna pausa en la violencia y la agitación. Durante la crisis algunos de estos conflictos se han reavivado o aumentado de escala, con devastadoras consecuencias para la infraestructura y los sistemas de salud que apenas se estaban comenzando a reconstruir. En todo el planeta, tendemos a invertir muchísimo más en herramientas para la guerra que a construir los cimientos de la paz.
NUEVA YORK – Durante la pandemia de COVID-19, la vida pública se la llegado a paralizar en gran parte del mundo. Sin embargo, para los dos mil millones de personas que habitan países afectados por conflictos, no ha habido ninguna pausa en la violencia y la agitación. Durante la crisis algunos de estos conflictos se han reavivado o aumentado de escala, con devastadoras consecuencias para la infraestructura y los sistemas de salud que apenas se estaban comenzando a reconstruir. En todo el planeta, tendemos a invertir muchísimo más en herramientas para la guerra que a construir los cimientos de la paz.