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¿Cuál es el mañana del Oriente Medio?

LONDRES – ¿Qué vamos a hacer con los reordenamientos de las relaciones y los desplazamientos de las alianzas en Oriente Medio? La diplomacia ha cobrado impulso entre enemigos acérrimos; y, han surgido grietas entre amigos cercanos. Potencias regionales como Arabia Saudita, Irán, Turquía y Egipto están recalibrando sus políticas exteriores y restableciendo relaciones con vecinos distanciados. Estados Unidos y Rusia han renovado su rivalidad regional, y China ha entrado en escena como un nuevo contendiente.

Estos cambios geopolíticos podrían convertir al Oriente Medio en el escenario de una competencia feroz y verdaderamente global. Sin embargo, también podrían desactivar las rivalidades regionales al lograr acercamientos entre países que históricamente se detestan mutuamente. Mucho dependerá de los principales factores que se encuentran detrás de los nuevos realineamientos: el repliegue regional de Estados Unidos, el ascenso de China y el impacto adverso de la pandemia COVID-19 en las ya débiles economías regionales.

El presidente estadounidense, Joe Biden, ha dejado en claro que para su administración el Oriente Medio no es una prioridad de política exterior. El expresidente Donald Trump construyó una coalición anti-Irán liderada por Arabia Saudita e Israel, en cambio Biden ha tratado de distanciarse de Arabia Saudita, entre otras cosas poniendo fin al apoyo de Estados Unidos a la guerra en Yemen. Su gobierno ha reanudado actividades diplomáticas para restaurar el acuerdo nuclear con Irán del año 2015, del que Trump retiró a Estados Unidos en el año 2018, y ha mantenido a Turquía y Egipto (dos de los países favoritos de Trump) a una distancia prudente.

Con la retirada total de Estados Unidos de Afganistán este mes, Biden ha dejado en claro que Estados Unidos se está desvinculando de las guerras frías de la región a medida que gira con dirección a Asia y China. En todo el Oriente Medio existe la creencia generalizada de que Estados Unidos, en los hechos, ya no es un socio verdadero.

Además, mientras Estados Unidos retrocede, China está dando a conocer cada vez más pronunciadamente su presencia en la región. En marzo cerró un acuerdo importante con Irán, prometiendo 400 mil millones de dólares de inversión en los próximos 25 años a cambio de estabilidad en los envíos de petróleo y gas. Ese mismo mes, el ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, durante una gira por Arabia Saudita, Turquía, Irán, los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Omán, reafirmó el compromiso de su país con la seguridad y la estabilidad de la región. En una obvia alusión a Estados Unidos, dijo que China se opondrá a las intervenciones extranjeras y actuará como un intermediario honesto en la resolución de los conflictos persistentes en la región.

Wang también planteó de manera atractiva la posibilidad de un acuerdo de libre comercio chino que traería consigo decenas de miles de millones de dólares en oportunidades de inversión, mediante la vinculación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China con proyectos de desarrollo local. Este tipo de edulcorante económico resuena ampliamente en Oriente Medio, región donde las tasas de desempleo juvenil, los niveles de pobreza y otros indicadores económicos ya eran funestos mucho antes de la pandemia. En los últimos 18 meses, el COVID-19 ha exacerbado las ya graves crisis sociales en muchos países.

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En estas condiciones, no es de extrañar que el diálogo regional y la diplomacia estén regresando. La mayoría de los gobernantes locales entienden que la seguridad del régimen depende más de satisfacer las necesidades de la población que de la incitación sectaria y el odio al “otro”. Por lo tanto, en abril pasado, Arabia Saudita e Irán mantuvieron conversaciones secretas para intercambiar ideas sobre cómo poner fin al conflicto en Yemen, donde una coalición liderada por Arabia Saudita desde marzo de 2015 libra una guerra contra los rebeldes hutíes, quienes cuentan con el respaldo de Irán.

Arabia Saudita también se ha reconciliado con Qatar (país que mantiene relaciones amistosas con Irán), después de haber cortado todo vínculo con su vecino en junio de 2017. En un poderoso gesto de acercamiento el pasado mes de abril, el rey Salman de Arabia Saudita invitó formalmente a visitar su país al emir de Qatar, el jeque Tamim bin Hamad. al-Thani.

Como una señal más de un reordenamiento político más amplio, los sauditas también han normalizado relaciones con Irak (un aliado de Irán), poniendo así fin a tres décadas de mutuos distanciamientos y hostilidades. Y, después de años de conflicto con el presidente sirio Bashar al-Assad (otro socio cercano de Irán), funcionarios sauditas recientemente sostuvieron conversaciones secretas con sus homólogos sirios en Damasco, lo que dio lugar a informes que indican que próximamente podría llegarse a un acuerdo de normalización diplomática.

Irán, también, podría estar a punto de mejorar sus vínculos con sus vecinos, en particular con los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Según informes, el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, tiene previsto visitar pronto los EAU, después de haber regresado de una agradable gira diplomática por Qatar, Irak, Kuwait y Omán en abril pasado.

Pero, lo más importante es la posibilidad de un acercamiento iraní-saudí. Aunque el moderado presidente de Irán, Hassan Rouhani, está ya de salida, el partidario de línea dura que lo reemplazará, Ebrahim Raisi, dice que no ve “ningún obstáculo” para establecer relaciones diplomáticas con el Reino. Un restablecimiento de los lazos diplomáticos reduciría las luchas civiles y las guerras indirectas en Siria y Yemen – dos de las mayores crisis humanitarias en el mundo actual – y también podría dar estabilidad a países que se encuentran política y religiosamente divididos, como por ejemplo a Irak y el Líbano.

Por último, al igual que Arabia Saudita e Irán, el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan ha emprendido una ofensiva diplomática para reparar los tensos lazos de su país en la región, sobre todo frente a Egipto y Arabia Saudita. Después de haber estado a punto de llegar a actitudes violentas por desavenencias sobre Libia el año pasado, Turquía hoy en día quiere mejorar sus relaciones económicas con Egipto y otras potencias regionales y globales.

Estos recientes realineamientos regionales pueden explicarse por las evaluaciones cambiantes del equilibrio de poderes e intereses convergentes. El repliegue de Estados Unidos ha obligado a las potencias regionales a ocuparse de su propia seguridad al hacer las paces. Los líderes regionales reconocen cada vez más que no hay nada que ganar al echar gasolina a un fuego ardiente, como lo hizo Trump. A través de la diplomacia internacional liderada por Estados Unidos, Europa, China, Rusia y Japón, el Oriente Medio puede continuar en su actual camino de desescalada.

¿Podría la comunidad internacional ser el intermediario de un acuerdo para un Oriente Medio con una nueva arquitectura de seguridad inclusiva y una región libre de armas nucleare, o al menos, podría dicha comunidad apoyar y alentar el diálogo regional y la gestión de conflictos que están surgiendo allí? Ya no es ilusorio imaginar esto. Puede que los conflictos interminables marquen el pasado de Oriente Medio; pero, ese no es el destino preestablecido para la región.

Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos

https://prosyn.org/ez8IcSjes