NUEVA YORK – La COVID-19 se llevó por lo menos 18 millones de vidas y nadie sabe a ciencia cierta cuántas de esas muertes se debieron a la falta de oxígeno medicinal. Los gobiernos no quieren hablar del problema, porque implicaría admitir que miles —o incluso cientos de miles— de sus ciudadanos murieron innecesariamente. Pero a menos que los sistemas de salud se ocupen de garantizar una provisión suficiente de oxígeno para el futuro, se arriesgan a repetir lo sucedido en los últimos dos años.
NUEVA YORK – La COVID-19 se llevó por lo menos 18 millones de vidas y nadie sabe a ciencia cierta cuántas de esas muertes se debieron a la falta de oxígeno medicinal. Los gobiernos no quieren hablar del problema, porque implicaría admitir que miles —o incluso cientos de miles— de sus ciudadanos murieron innecesariamente. Pero a menos que los sistemas de salud se ocupen de garantizar una provisión suficiente de oxígeno para el futuro, se arriesgan a repetir lo sucedido en los últimos dos años.