WASHINGTON, DC – El mundo en desarrollo está viviendo un proceso de urbanización acelerada: se espera que la cantidad de habitantes de ciudades llegue a los cuatro mil millones en 2030, el doble del nivel de 2000. Sin embargo, la planificación urbana desorganizada y poco coordinada está llena de riesgos, amenazando con arruinar las esperanzas de los emigrantes de una mejor vida con condiciones poco sanitarias, desempleo y una alta exposición a catástrofes naturales.
En muchos aspectos, la urbanización es un proceso racional. Después de todo, las ciudades son centros generadores de prosperidad donde se concentra más del 80% de la actividad económica mundial. Y su densidad facilita la entrega de servicios públicos como educación, atención de salud y servicios básicos. De hecho, suministrar redes de agua potable en áreas urbanas cuesta entre US$ 0,70 y 0,80 por metro cúbico, en comparación con US$ 2 en áreas con poca densidad poblacional.
Sin embargo, la alta concentración de bienes y personas (especialmente en áreas costeras) es un problema económico, ya que en ellas se encuentran en riesgo de catástrofes naturales bienes por un valor de cerca de US$ 3 mil millones. En las próximas dos décadas esta vulnerabilidad no hará más que aumentar, a medida que las ciudades tripliquen su superficie construida hasta llegar a los 60.000 kilómetros cuadrados, a menudo sin contar con infraestructura o políticas básicas para prevenir la construcción y el asentamiento en lugares vulnerables y con tendencia a sufrir catástrofes.
Para enfocar bien el proceso de urbanización, las autoridades deben adoptar medidas urgentes que permitan construir ciudades sostenibles. Mediante una gestión eficaz del uso del suelo pueden posibilitar un acceso confiable y asequible a servicios básicos, educación, vivienda, transporte y atención de salud a la creciente población urbana, al tiempo que reducen sus niveles de emisiones de carbono.
Antes que todo, esto implica abandonar la percepción de que se puede llegar a una solución intermedia entre “construir más ciudades” para dar respuesta al rápido crecimiento urbano y “construir ciudades de buena manera” para lograr buenos resultados sociales y ambientales. De hecho, las evidencias demuestran que construir ciudades de buena manera permite alcanzar beneficios en el corto plazo y, al mismo tiempo, reducir los costes de largo plazo relacionados con la extensión, la congestión, la contaminación y el cambio climático. La alternativa (construir ciudades alrededor de un modelo de transporte de vehículos individuales y baja densidad) obligaría a los planificadores urbanos a esforzarse por elevar la densidad y desarrollar sistemas de transporte público más adelante, reto al que Estados Unidos enfrenta en la actualidad.
Un informe publicado recientemente por el Banco Mundial contiene una serie de puntos prácticos para construir ciudades sostenibles. Este marco, surgido de una iniciativa de tres años para desarrollar una base de hechos y análisis fiables procedentes de países con experiencias urbanas diversas, como Uganda, China, India y Corea del Sur, puede ayudar a las autoridades a comprender los obstáculos que enfrenta el proceso de urbanización e identificar pautas factibles en términos fiscales, técnicos y políticos.
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El marco refleja tres aspectos centrales del desarrollo urbano: planificación, conexión y financiación. Una conclusión importante fue que, con independencia del nivel o la velocidad de urbanización, la planificación de la gestión del uso del suelo debe ser la gran prioridad. Al definir con claridad los derechos de propiedad e implementar sistemas eficaces de uso del suelo que vayan coordinados con la infraestructura, especialmente el transporte, las autoridades pueden ayudar a que las ciudades atraigan inversión privada, conecten a las personas con los puestos de trabajo, reduzcan los riesgos ambientales y sociales y disminuyan la vulnerabilidad a las catástrofes naturales.
Dado que es probable que el crecimiento urbano en los países en desarrollo ocurra principalmente en ciudades secundarias, todavía está abierta la oportunidad (aunque se está cerrando con rapidez) de dar forma al diseño urbano para asegurar que, por ejemplo, sus residentes no pierdan la mitad del día yendo y viniendo del trabajo. Si bien no existe un modelo único para manejar la urbanización rápida, hay algunos casos positivos que sirven de guía.
Por ejemplo, Seúl más que triplicó su población entre 1960 y 2000. Sus autoridades se adelantaron a los retos por venir, fortaleciendo las instituciones a cargo de valorar y poner precio al suelo, formando un cuerpo de profesionales para asegurar la transparencia en el proceso de tasación y difundiendo información sobre el valor del suelo. Al mismo tiempo, el gobierno apoyó la construcción de rascacielos residenciales para absorber la creciente población urbana y desarrolló múltiples modos de transporte, como autovías, redes de ferrocarriles y líneas de metro, que han ayudado a conectar a personas con oportunidades de empleo dentro de las ciudades y entre ellas.
De manera similar, las autoridades de Singapur y Japón trataron el transporte público como un aspecto crucial de los planes de uso del suelo y, como resultado, pueden lucir hoy uno de los niveles de consumo de energía más bajos del mundo como proporción del PIB.
Para estimular a los ciudadanos a utilizar el transporte público, las autoridades de Tokio redujeron el subsidio a los automóviles privados para hacer que su uso fuera cinco veces más costoso que usar transporte público. La inversión complementaria en transporte de alta velocidad entre ciudades ha reducido a menos de dos horas y media los tiempos de desplazamiento entre las dos grandes aglomeraciones urbanas japonesas (Tokio y Osaka, que se encuentran separadas por 505 kilómetros), integrando así los mercados laboral e inmobiliario y elevando la productividad.
Por supuesto, para financiar un desarrollo urbano rápido se requieren importantes inversiones que permitan la construcción de sistemas eficientes de transporte, suministro de agua, manejo de desechos sólidos y remoción y tratamiento de las aguas residuales. Pero, dado que estas inversiones apuntalan el desarrollo económico, los mayores ingresos por impuestos implicarían una financiación más sostenible, así una mayor capacidad de las autoridades locales de aprovechar los mercados inmobiliarios y desarrollar estrategias para los mercados de deuda en moneda local.
En Mumbai, la subasta de 13 hectáreas de tierra en el nuevo centro financiero, el Complejo Bandra-Kurla, generó cerca de US$ 1,2 mil millones, lo que equivale a cerca de diez veces el gasto total de la Autoridad para el Desarrollo de la Región Metropolitana de Mumbai en 2005 y seis veces el valor total de los bonos municipales emitidos por todos los servicios públicos y gobiernos locales en India en más de una década.
De manera similar, la subasta en Estambul de una vieja estación de trenes y un edificio de gobierno en 2007 generó US$ 1,5 mil millones, más que todos los gastos e inversiones en infraestructura de la ciudad en 2005. Y el ministerio de finanzas de Colombia ha desarrollado Findeter, un banco de bonos que financia proyectos regionales de infraestructura urbana al proporcionar recursos a intermediarios financieros que, a su vez, los asignan a autoridades subnacionales.
Al construir ciudades sostenibles, las autoridades pueden apoyar el desarrollo social y económico y reducir los daños al medio ambiente. Manejar el proceso de urbanización a medida que va ocurriendo, en lugar de intentar arreglar las ciudades más tarde, es una oportunidad que los gobernantes de los países en desarrollo no se deberían dar el lujo de desperdiciar.
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Over time, as American democracy has increasingly fallen short of delivering on its core promises, the Democratic Party has contributed to the problem by catering to a narrow, privileged elite. To restore its own prospects and America’s signature form of governance, it must return to its working-class roots.
is not surprised that so many voters ignored warnings about the threat Donald Trump poses to US institutions.
Enrique Krauze
considers the responsibility of the state to guarantee freedom, heralds the demise of Mexico’s democracy, highlights flaws in higher-education systems, and more.
WASHINGTON, DC – El mundo en desarrollo está viviendo un proceso de urbanización acelerada: se espera que la cantidad de habitantes de ciudades llegue a los cuatro mil millones en 2030, el doble del nivel de 2000. Sin embargo, la planificación urbana desorganizada y poco coordinada está llena de riesgos, amenazando con arruinar las esperanzas de los emigrantes de una mejor vida con condiciones poco sanitarias, desempleo y una alta exposición a catástrofes naturales.
En muchos aspectos, la urbanización es un proceso racional. Después de todo, las ciudades son centros generadores de prosperidad donde se concentra más del 80% de la actividad económica mundial. Y su densidad facilita la entrega de servicios públicos como educación, atención de salud y servicios básicos. De hecho, suministrar redes de agua potable en áreas urbanas cuesta entre US$ 0,70 y 0,80 por metro cúbico, en comparación con US$ 2 en áreas con poca densidad poblacional.
Sin embargo, la alta concentración de bienes y personas (especialmente en áreas costeras) es un problema económico, ya que en ellas se encuentran en riesgo de catástrofes naturales bienes por un valor de cerca de US$ 3 mil millones. En las próximas dos décadas esta vulnerabilidad no hará más que aumentar, a medida que las ciudades tripliquen su superficie construida hasta llegar a los 60.000 kilómetros cuadrados, a menudo sin contar con infraestructura o políticas básicas para prevenir la construcción y el asentamiento en lugares vulnerables y con tendencia a sufrir catástrofes.
Para enfocar bien el proceso de urbanización, las autoridades deben adoptar medidas urgentes que permitan construir ciudades sostenibles. Mediante una gestión eficaz del uso del suelo pueden posibilitar un acceso confiable y asequible a servicios básicos, educación, vivienda, transporte y atención de salud a la creciente población urbana, al tiempo que reducen sus niveles de emisiones de carbono.
Antes que todo, esto implica abandonar la percepción de que se puede llegar a una solución intermedia entre “construir más ciudades” para dar respuesta al rápido crecimiento urbano y “construir ciudades de buena manera” para lograr buenos resultados sociales y ambientales. De hecho, las evidencias demuestran que construir ciudades de buena manera permite alcanzar beneficios en el corto plazo y, al mismo tiempo, reducir los costes de largo plazo relacionados con la extensión, la congestión, la contaminación y el cambio climático. La alternativa (construir ciudades alrededor de un modelo de transporte de vehículos individuales y baja densidad) obligaría a los planificadores urbanos a esforzarse por elevar la densidad y desarrollar sistemas de transporte público más adelante, reto al que Estados Unidos enfrenta en la actualidad.
Un informe publicado recientemente por el Banco Mundial contiene una serie de puntos prácticos para construir ciudades sostenibles. Este marco, surgido de una iniciativa de tres años para desarrollar una base de hechos y análisis fiables procedentes de países con experiencias urbanas diversas, como Uganda, China, India y Corea del Sur, puede ayudar a las autoridades a comprender los obstáculos que enfrenta el proceso de urbanización e identificar pautas factibles en términos fiscales, técnicos y políticos.
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Dado que es probable que el crecimiento urbano en los países en desarrollo ocurra principalmente en ciudades secundarias, todavía está abierta la oportunidad (aunque se está cerrando con rapidez) de dar forma al diseño urbano para asegurar que, por ejemplo, sus residentes no pierdan la mitad del día yendo y viniendo del trabajo. Si bien no existe un modelo único para manejar la urbanización rápida, hay algunos casos positivos que sirven de guía.
Por ejemplo, Seúl más que triplicó su población entre 1960 y 2000. Sus autoridades se adelantaron a los retos por venir, fortaleciendo las instituciones a cargo de valorar y poner precio al suelo, formando un cuerpo de profesionales para asegurar la transparencia en el proceso de tasación y difundiendo información sobre el valor del suelo. Al mismo tiempo, el gobierno apoyó la construcción de rascacielos residenciales para absorber la creciente población urbana y desarrolló múltiples modos de transporte, como autovías, redes de ferrocarriles y líneas de metro, que han ayudado a conectar a personas con oportunidades de empleo dentro de las ciudades y entre ellas.
De manera similar, las autoridades de Singapur y Japón trataron el transporte público como un aspecto crucial de los planes de uso del suelo y, como resultado, pueden lucir hoy uno de los niveles de consumo de energía más bajos del mundo como proporción del PIB.
Para estimular a los ciudadanos a utilizar el transporte público, las autoridades de Tokio redujeron el subsidio a los automóviles privados para hacer que su uso fuera cinco veces más costoso que usar transporte público. La inversión complementaria en transporte de alta velocidad entre ciudades ha reducido a menos de dos horas y media los tiempos de desplazamiento entre las dos grandes aglomeraciones urbanas japonesas (Tokio y Osaka, que se encuentran separadas por 505 kilómetros), integrando así los mercados laboral e inmobiliario y elevando la productividad.
Por supuesto, para financiar un desarrollo urbano rápido se requieren importantes inversiones que permitan la construcción de sistemas eficientes de transporte, suministro de agua, manejo de desechos sólidos y remoción y tratamiento de las aguas residuales. Pero, dado que estas inversiones apuntalan el desarrollo económico, los mayores ingresos por impuestos implicarían una financiación más sostenible, así una mayor capacidad de las autoridades locales de aprovechar los mercados inmobiliarios y desarrollar estrategias para los mercados de deuda en moneda local.
En Mumbai, la subasta de 13 hectáreas de tierra en el nuevo centro financiero, el Complejo Bandra-Kurla, generó cerca de US$ 1,2 mil millones, lo que equivale a cerca de diez veces el gasto total de la Autoridad para el Desarrollo de la Región Metropolitana de Mumbai en 2005 y seis veces el valor total de los bonos municipales emitidos por todos los servicios públicos y gobiernos locales en India en más de una década.
De manera similar, la subasta en Estambul de una vieja estación de trenes y un edificio de gobierno en 2007 generó US$ 1,5 mil millones, más que todos los gastos e inversiones en infraestructura de la ciudad en 2005. Y el ministerio de finanzas de Colombia ha desarrollado Findeter, un banco de bonos que financia proyectos regionales de infraestructura urbana al proporcionar recursos a intermediarios financieros que, a su vez, los asignan a autoridades subnacionales.
Al construir ciudades sostenibles, las autoridades pueden apoyar el desarrollo social y económico y reducir los daños al medio ambiente. Manejar el proceso de urbanización a medida que va ocurriendo, en lugar de intentar arreglar las ciudades más tarde, es una oportunidad que los gobernantes de los países en desarrollo no se deberían dar el lujo de desperdiciar.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen