TÜBINGEN, ALEMANIA – Actualmente estamos tan rodeados de dispositivos que a veces resulta difícil distinguir la frontera entre los aparatos y las personas. Desde las computadoras y escáneres hasta los aparatos móviles, un número creciente de seres humanos pasan mucha parte de sus vidas concientes interactuando con el mundo a través de la electrónica; la única barrera entre el cerebro y las máquinas son los sentidos de la vista, el oído y el tacto, mediante los cuales los humanos y los aparatos se comunican. No obstante, si se eliminan de la ecuación esos sentidos, los aparatos electrónicos pueden convertirse en nuestros ojos y oídos, e incluso nuestros brazos y piernas, para percibir el mundo que nos rodea e interactuar con él a través de software y hardware.
TÜBINGEN, ALEMANIA – Actualmente estamos tan rodeados de dispositivos que a veces resulta difícil distinguir la frontera entre los aparatos y las personas. Desde las computadoras y escáneres hasta los aparatos móviles, un número creciente de seres humanos pasan mucha parte de sus vidas concientes interactuando con el mundo a través de la electrónica; la única barrera entre el cerebro y las máquinas son los sentidos de la vista, el oído y el tacto, mediante los cuales los humanos y los aparatos se comunican. No obstante, si se eliminan de la ecuación esos sentidos, los aparatos electrónicos pueden convertirse en nuestros ojos y oídos, e incluso nuestros brazos y piernas, para percibir el mundo que nos rodea e interactuar con él a través de software y hardware.