¿Apagar la luz?

RIO DE JANEIRO – Cuando se trata de temas “verdes” parece que el sentido común desaparece. Nuestra incapacidad de pensar claramente en esos asuntos sería cosa de risa si las consecuencias potenciales no fueran tan serias.

Piénsese en la campaña de “apagar las luces” que supuestamente debería movilizar al mundo acerca de los problemas del cambio climático, pidiendo a los ciudadanos de 27 grandes ciudades que apaguen sus luces por una hora. Puesto que varias empresas y municipalidades se sumaron a la iniciativa, e incluso las monarquías de Dinamarca y Suecia apagaron las luces de sus muchos palacios, el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) lo calificó como un gran éxito. Los periódicos de todo el mundo se apresuraron a escribir edificantes artículos sobre cómo los comprometidos ambientalistas celebraban a medida que se iban apagando las luces en el planeta.

Parece que nadie quiso arruinar la fiesta señalando que de trató de algo inmensamente fútil, que resaltó una horrible metáfora o que causó una contaminación general mucho mayor.

Los periódicos daneses –por coincidencia, pertenecientes al país de origen de las Nuevas Ropas del Emperador- citaron profusamente al WWF con respecto al abrumador éxito del evento. Sin embargo, todo el ahorro (suponiendo que la gente no usó más energía más tarde para compensar el tiempo perdido) fue de apenas diez toneladas de CO2, equivalente a las emisiones anuales de un ciudadano danés. Si se mide el efecto sobre el cambio climático que se pudo evitar para el futuro en general, la iniciativa combinada de la Reina, muchas compañías y las municipalidades de Copenhague y otras compañías alcanzó un valor equivalente a $20. 

¿Son los gestos insustanciales realmente la manera de asegurar un futuro más verde? ¿Y qué tipo de mensaje da apagar las luces?

Como algunos comentaristas conservadores gustan de señalar, el movimiento ambientalista de hecho se ha convertido en una fuerza oscura, no metafórica sino literalmente. En efecto, pedirnos que estemos un rato a oscuras probablemente no haga más que convencernos de lo improbable que es que alguna vez renunciemos a las ventajas de los combustibles fósiles.

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Curiosamente, nadie sugirió que la campaña de apagar las luces también debería significar apagar el aire acondicionado, los teléfonos, la Internet, los cines, la comida y el café caliente o los refrescos helados, por no mencionar la pérdida de seguridad cuando dejen de funcionar las luces de la calle y los semáforos. Quizás lograr apoyo para la iniciativa habría sido mucho más difícil si los daneses también hubieran tenido que apagar su calefacción.

Irónicamente, la campaña de luces apagadas también implica una mucho mayor ineficiencia y niveles mucho más altos de polución del aire. Cuando se les pide que apaguen las luces eléctricas, la mayoría de las personas de todo el mundo piensan en recurrir a la luz de las velas. Las velas son acogedoras y se sienten tan naturales, ¿no? Sin embargo, si se las mide con respecto a la luz que generan, son casi 100 veces menos eficientes que las bombillas incandescentes, y más de 300 veces más ineficientes que las luces fluorescentes.

Más aún, las velas crean grandes cantidades de polución particulada del aire, altamente dañina, que se estima que mata a más de 100.000 personas cada año en Estados Unidos. Las velas fácilmente pueden crear una polución del aire 10 a 100 veces superior a la polución del aire causada por los automóviles, las industrias y la producción eléctrica. Medidas frente a la disminución relativa de la polución del aire por la menor producción de energía de combustibles fósiles, las velas aumentan en 1000 a 10000 veces la polución del aire dañina para la salud.

Lamentablemente, la campaña de apagar las luces ejemplifica gran parte de nuestro debate ambiental. Nos dan a tragar historias que se ajustan a marcos preconcebidos.

Por ejemplo, la reciente separación de un enorme glaciar en la Antártica supuestamente demuestra los crecientes efectos del calentamiento global. Pero no escuchamos que el área no tenía hielo, posiblemente hace apenas 400 años, sin la ayuda del calentamiento global. No escuchamos que el glaciar Wilkins representa menos del 0,01% de la Antártica, ni que el continente helado tiene un récord de cubierta de hielo marino desde que comenzaran las mediciones por satélite.

De manera similar, todos hemos escuchado a Al Gore hablando acerca de los dramáticos huracanes de los años 2004 y 2005, pero nada nos dicen sobre la completa ausencia de daños por huracanes en 2006 y 2007. La compañía de seguros Lloyds de Londres ha comenzado a quejarse de que la ausencia de desastres naturales está afectando sus primas.

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Constantemente escuchamos historias sobre el aumento de las temperaturas, pero el año pasado vivimos el mayor cambio de temperatura jamás registrado... y fue un descenso. En enero, Hong Kong tuvo la segunda helada más larga desde 1885. Este año las tormentas en China central y del sur produjeron el peor invierno en medio siglo. Por primera vez desde que se tenga memoria, nevó en Bagdad.

Cuando tenemos una imagen distorsionada, es probable que escojamos opciones incorrectas, y nada lo ilustra mejor que la campaña de apagar las luces. No hacer prácticamente ningún bien, mientras se disminuye radicalmente la eficiencia energética y se aumenta la polución del aire, no es más poner el peligro las esperanzas de que haya políticas públicas más lúcidas en el futuro.

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