TEL AVIV – La semana pasada, la explosión de un depósito donde había almacenadas casi 3.000 toneladas de nitrato de amonio arrasó con el puerto de Beirut y destrozó gran parte de la capital libanesa. Al menos 137 personas murieron, miles resultaron heridas y cientos de miles se quedaron sin casa. Para un país que ya venía sacudido por una crisis política y económica, los desafíos por delante no hicieron más que agudizarse. La única posibilidad de superarlos reside en una reforma profunda del sistema político y de las alianzas regionales del Líbano.
TEL AVIV – La semana pasada, la explosión de un depósito donde había almacenadas casi 3.000 toneladas de nitrato de amonio arrasó con el puerto de Beirut y destrozó gran parte de la capital libanesa. Al menos 137 personas murieron, miles resultaron heridas y cientos de miles se quedaron sin casa. Para un país que ya venía sacudido por una crisis política y económica, los desafíos por delante no hicieron más que agudizarse. La única posibilidad de superarlos reside en una reforma profunda del sistema político y de las alianzas regionales del Líbano.