LONDRES – En los últimos años, las ideas sobre la felicidad han experimentado un cambio profundo. Hasta hace poco, parecía lógico aceptar que nuestra felicidad estaba determinada por factores como la suerte, el destino o los genes, que quedan fuera de nuestro control. Era fácil creer que, como dijo Samuel Beckett, las “lágrimas del mundo permanecen constantes”.
LONDRES – En los últimos años, las ideas sobre la felicidad han experimentado un cambio profundo. Hasta hace poco, parecía lógico aceptar que nuestra felicidad estaba determinada por factores como la suerte, el destino o los genes, que quedan fuera de nuestro control. Era fácil creer que, como dijo Samuel Beckett, las “lágrimas del mundo permanecen constantes”.