SANTIAGO – Primero apareció un empresario extranjero desilusionado. En diciembre, el inversionista israelí Arnon Kohavi, cuya firma había sido atraída a Chile por un programa de gobierno destinado a promover los nuevos emprendimientos, anunció que se iba. “Un puñado de familias monopólicas controlan el país”, declaró Kohavi a una revista online. “Peor aún, a esas familias no les preocupa otra cosa que su dinero. Pero no tendrían por qué preocuparse: los recursos naturales del país son una desventaja, porque los ricos no necesitan esforzarse”.
SANTIAGO – Primero apareció un empresario extranjero desilusionado. En diciembre, el inversionista israelí Arnon Kohavi, cuya firma había sido atraída a Chile por un programa de gobierno destinado a promover los nuevos emprendimientos, anunció que se iba. “Un puñado de familias monopólicas controlan el país”, declaró Kohavi a una revista online. “Peor aún, a esas familias no les preocupa otra cosa que su dinero. Pero no tendrían por qué preocuparse: los recursos naturales del país son una desventaja, porque los ricos no necesitan esforzarse”.