MADRID – Las elecciones europeas llegan marcadas por la tensión entre europeístas y antieuropeos, representados por un gran número de partidos populistas de corte eurófobo o euroescéptico a lo largo y ancho del continente. Aunque las encuestas demuestran que las dos principales fuerzas del Parlamento Europeo —conservadores y socialdemócratas— siguen muy igualadas y a gran distancia del resto, el auge del populismo preocupa y mucho a todas las familias proeuropeas —no solo conservadores y socialdemócratas, sino también liberales o verdes— que apuestan por seguir adelante con la integración. Esta situación, sin embargo, no debe esconder lo que de verdad nos jugamos y lo que debería ser el centro del debate electoral: la manera en que Europa saldrá de la crisis y generará crecimiento económico. La largamente ansiada recuperación económica, el crecimiento y el empleo son el mejor modo de hacer frente a los que quieren destruir Europa.
MADRID – Las elecciones europeas llegan marcadas por la tensión entre europeístas y antieuropeos, representados por un gran número de partidos populistas de corte eurófobo o euroescéptico a lo largo y ancho del continente. Aunque las encuestas demuestran que las dos principales fuerzas del Parlamento Europeo —conservadores y socialdemócratas— siguen muy igualadas y a gran distancia del resto, el auge del populismo preocupa y mucho a todas las familias proeuropeas —no solo conservadores y socialdemócratas, sino también liberales o verdes— que apuestan por seguir adelante con la integración. Esta situación, sin embargo, no debe esconder lo que de verdad nos jugamos y lo que debería ser el centro del debate electoral: la manera en que Europa saldrá de la crisis y generará crecimiento económico. La largamente ansiada recuperación económica, el crecimiento y el empleo son el mejor modo de hacer frente a los que quieren destruir Europa.