TOKIO – La política exterior de un país debe ir encaminada, primordialmente, a hacer avanzar el interés nacional, pero, en grandes zonas de Asia, el interés nacional –ya se trate de trabar vínculos comerciales o de reforzar la seguridad– está subordinado con frecuencia a la Historia y al ascendiente que ésta tiene sobre la imaginación popular. Como el Vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, acaba de descubrir en su gira por el Japón, China y Corea del Sur, la observación del novelista americano William Faulkner de que “el pasado nunca muere y ni siquiera pasa” no podría ser más oportuna.
TOKIO – La política exterior de un país debe ir encaminada, primordialmente, a hacer avanzar el interés nacional, pero, en grandes zonas de Asia, el interés nacional –ya se trate de trabar vínculos comerciales o de reforzar la seguridad– está subordinado con frecuencia a la Historia y al ascendiente que ésta tiene sobre la imaginación popular. Como el Vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, acaba de descubrir en su gira por el Japón, China y Corea del Sur, la observación del novelista americano William Faulkner de que “el pasado nunca muere y ni siquiera pasa” no podría ser más oportuna.