RAMALLAH – El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu tiene motivos para celebrar. Contra todos los pronósticos, obtuvo una contundente victoria electoral y se aseguró un tercer mandato consecutivo, después de que su partido de derecha, el Likud, le sacó cinco asientos de ventaja en el Knesset a su principal rival, la Unión Sionista de centroizquierda. Pero es probable que los festejos no duren mucho. La forma en que Netanyahu se apoderó del resultado (renunciando a su compromiso con una solución de dos estados con Palestina y prometiendo continuar la construcción de asentamientos en tierras ocupadas) casi seguramente tendrá serias consecuencias políticas y diplomáticas para Israel.
RAMALLAH – El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu tiene motivos para celebrar. Contra todos los pronósticos, obtuvo una contundente victoria electoral y se aseguró un tercer mandato consecutivo, después de que su partido de derecha, el Likud, le sacó cinco asientos de ventaja en el Knesset a su principal rival, la Unión Sionista de centroizquierda. Pero es probable que los festejos no duren mucho. La forma en que Netanyahu se apoderó del resultado (renunciando a su compromiso con una solución de dos estados con Palestina y prometiendo continuar la construcción de asentamientos en tierras ocupadas) casi seguramente tendrá serias consecuencias políticas y diplomáticas para Israel.