NUEVA YORK – La decisión de abandonar una paz y prosperidad relativas para participar en una guerra y una inestabilidad brutales puede parecer irracional, pero hay jóvenes, nacidos y criados en sociedades democráticas, que han estado cediendo cada vez más al llamamiento de grupos asesinos como el Estado Islámico y abandonando sus hogares y a sus familias para entregarse a la yijad en lugares lejanos. ¿Por qué ha perdido la democracia la lealtad de esos espíritus inquietos y cómo puede recuperar los corazones y las mentes de otros que podrían seguir su ejemplo?
NUEVA YORK – La decisión de abandonar una paz y prosperidad relativas para participar en una guerra y una inestabilidad brutales puede parecer irracional, pero hay jóvenes, nacidos y criados en sociedades democráticas, que han estado cediendo cada vez más al llamamiento de grupos asesinos como el Estado Islámico y abandonando sus hogares y a sus familias para entregarse a la yijad en lugares lejanos. ¿Por qué ha perdido la democracia la lealtad de esos espíritus inquietos y cómo puede recuperar los corazones y las mentes de otros que podrían seguir su ejemplo?