NUEVA DELHI – Para ser un país de 1.200 millones de habitantes, la India está gobernada por una minoría dirigente asombrosamente pequeña y que regenta todo: desde el Gobierno hasta las grandes empresas e incluso los clubes deportivos, pero ahora una serie de escándalos, algunos de los cuales ascendían a miles de millones de dólares, ha socavado gravemente su prestigio ante el público indio.
Ahora se ve con recelo a casi todos cuantos tienen una posición de poder en la India, incluidos periodistas muy conocidos de la prensa y la televisión. Sucede así en un momento en el que el crecimiento económico está atrayendo a una población joven y en ascenso social hacia la clase media urbana. Ésta ya no está constreñida por los sistemas de clientelismo de los pueblos, pero tampoco disfruta de la estrecha relación que víncula a la antigua clase media con la minoría dirigente. ¿Podría esita crisis de la minoría dirigente desencadenar en la India un momento semejante al de la plaza de Tiananmen?
Excepto en los regímenes totalitarios, la minoría dirigente de un país depende de un grado de aceptación popular, debida principalmente a la creencia de que la minoría dirigente es en términos generales “justa” en sus tratos. A raíz de la reciente serie de escándalos, el indio medio ya no lo cree.
Naturalmente, las dudas sobre la minoría gobernante no son exclusivas de la India. Casi todos los países que experimentan el paso de un equilibrio preindustrial basado en el clientelismo a otro basado en instituciones modernas y el Estado de derecho han afrontado esas crisis de legitimidad.
Hasta comienzos del siglo XIX, por ejemplo, la política británica era extraordinariamente corrupta. La antigua aristocracia no sólo dominaba la Cámara de los Lores, sino que, además, utilizaba su influencia para conseguir que parientes, amigos y adláteres de la familia fueran elegidos para la Cámara de los Comunes explotando una debilidad institucional fundamental: la existencia de “distritos podridos” que se podían comprar y vender.
Se dice que el duque de Newcastle controlaba él solo siete de esos distritos, cada uno de ello con dos representantes. Entretanto, ciudades grandes y populosas, como Birmingham y Manchester, apenas estaban representadas. En 1819, una multitud de 60.000 personas se congregó en Manchester para exigir una reforma, pero fueron arrolladas por una carga de la caballería. Quince personas perdieron la vida y muchas más resultaron heridas en lo que se recuerda como la matanza de Peterloo.
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En vista del reciente recuerdo de la violenta Revolución Francesa, la minoría dirigente británica accedió renuentemente a hacer reformas democratizadoras. En última instancia, la Ley de Reforma de 1832 abolió los distritos podridos e hizo extensivo el sufragio a la nueva clase media (la clase obrera y las mujeres tendrían que esperar).
También los Estados Unidos pasaron por un período de industrialización con capitalistas que actuaban como señores feudales en los decenios de 1870 y 1880. En 1873 Mark Twain y Charles Dudley Warner satirizaron la codicia y la corrupción de aquella época en su libro The Gilded Age: A Tale of Today. El período concluyó con la depresión de 1893-96 y le siguieron las importantes reformas políticas de la “época progresista”.
En el caso de Gran Bretaña y los EE.UU., la transición en la naturaleza de la minoría gobernante fue relativamente suave, pero hay muchos ejemplos en los que semejante cambio fue repentino y violento: las revoluciones francesa y rusa, por ejemplo. En Alemania, la antigua minoría dirigente prusiana dirigió con éxito la industrialización a finales del siglo XIX, pero quedó desacreditada por la derrota en la primera guerra mundial. El nazismo llenó el vacío posterior y no se estableció un nuevo equilibrio hasta después de la segunda guerra mundial.
Cambios similares se han presenciado en Asia. El Japón experimentó dos cambios: la Restauración Meiji de 1868 y el período posterior a la segunda guerra mundial. Corea del Sur estuvo gobernada por generales hasta que protestas estudiantiles generalizadas propiciaron una transición democrática en 1987. (En los años posteriores muchos de los más importantes empresarios del país afrontaron procesamientos.) Indonesia experimentó su cambio más recientemente, en 1998.
Cuando China afrontó ese momento durante las protestas de 1989 en la plaza de Tiananmen, el Estado comunista reprimió a los estudiantes con puño de hierro, pero desde entonces se ha mantenido centrado en el crecimiento económico. La corrupción sigue siendo un problema importante, pero las autoridades procuran castigar los peores excesos de forma bastante visible. Aun así, como ha demostrado la reciente controversia sobre el premio Nobel de la Paz, el Gobierno sigue nervioso ante cualquier discrepancia que ponga en tela de juicio la legitimidad de la minoría gobernante.
Aun con el ajuste correspondiente al poder adquisitivo, la clase media existente en la India actual probablemente no ascienda a más de 70 millones de personas (muchas menos de lo que se suele suponer), pero, a lo largo del decenio que acaba de comenzar, la clase media actualmente establecida se verá abrumada por los recién llegados, que se abrirán paso hacia arriba desde los arrabales, las ciudades pequeñas y los pueblos del país.
Los vemos por doquier: aprendiendo inglés en “academias particulares”, trabajando anónimamente en los nuevos centros comerciales y centros de llamadas o repentinamente famosos como estrellas del deporte. Nunca había experimentado la India semejante movilidad social. Hasta ahora, ese nuevo grupo ha estado demasiado ocupado subiendo por la escalera de los ingresos para expresar su resentimiento por los excesos de la minoría dirigente, pero se nota una sensación en aumento de irritación entre sus miembros.
Resulta imposible predecir cuándo se producirá el cambio o qué forma revestirá. En vista de las tradiciones democráticas de la India, es probable que sea un cambio pacífico. Una posibilidad es la de que se produzca en una provincia tras otra, de lo que constituye un ejemplo primordial el antes ingobernable estado de Bihar.
Pero también podríamos ver un giro impredecible, en el que un nuevo dirigente o movimiento político cautive de repente la imaginación popular y barra las antiguas disposiciones. Como sabemos por la Alemania nazi y otros casos, esa clase de movimientos no siempre tienen un resultado afortunado.
Tal vez la actual minoría dirigente de la India aprenda de la Historia, se purgue y después se abra a los nuevos talentos. Se han encargado muchas investigaciones sobre los actuales escándalos de corrupción. A lo largo de este año, los indios descubrirán si esas medidas son serias y si propiciarán la reforma... o simplemente profundizarán la crisis.
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Since Plato’s Republic 2,300 years ago, philosophers have understood the process by which demagogues come to power in free and fair elections, only to overthrow democracy and establish tyrannical rule. The process is straightforward, and we have now just watched it play out.
observes that philosophers since Plato have understood how tyrants come to power in free elections.
Despite being a criminal, a charlatan, and an aspiring dictator, Donald Trump has won not only the Electoral College, but also the popular vote – a feat he did not achieve in 2016 or 2020. A nihilistic voter base, profit-hungry business leaders, and craven Republican politicians are to blame.
points the finger at a nihilistic voter base, profit-hungry business leaders, and craven Republican politicians.
NUEVA DELHI – Para ser un país de 1.200 millones de habitantes, la India está gobernada por una minoría dirigente asombrosamente pequeña y que regenta todo: desde el Gobierno hasta las grandes empresas e incluso los clubes deportivos, pero ahora una serie de escándalos, algunos de los cuales ascendían a miles de millones de dólares, ha socavado gravemente su prestigio ante el público indio.
Ahora se ve con recelo a casi todos cuantos tienen una posición de poder en la India, incluidos periodistas muy conocidos de la prensa y la televisión. Sucede así en un momento en el que el crecimiento económico está atrayendo a una población joven y en ascenso social hacia la clase media urbana. Ésta ya no está constreñida por los sistemas de clientelismo de los pueblos, pero tampoco disfruta de la estrecha relación que víncula a la antigua clase media con la minoría dirigente. ¿Podría esita crisis de la minoría dirigente desencadenar en la India un momento semejante al de la plaza de Tiananmen?
Excepto en los regímenes totalitarios, la minoría dirigente de un país depende de un grado de aceptación popular, debida principalmente a la creencia de que la minoría dirigente es en términos generales “justa” en sus tratos. A raíz de la reciente serie de escándalos, el indio medio ya no lo cree.
Naturalmente, las dudas sobre la minoría gobernante no son exclusivas de la India. Casi todos los países que experimentan el paso de un equilibrio preindustrial basado en el clientelismo a otro basado en instituciones modernas y el Estado de derecho han afrontado esas crisis de legitimidad.
Hasta comienzos del siglo XIX, por ejemplo, la política británica era extraordinariamente corrupta. La antigua aristocracia no sólo dominaba la Cámara de los Lores, sino que, además, utilizaba su influencia para conseguir que parientes, amigos y adláteres de la familia fueran elegidos para la Cámara de los Comunes explotando una debilidad institucional fundamental: la existencia de “distritos podridos” que se podían comprar y vender.
Se dice que el duque de Newcastle controlaba él solo siete de esos distritos, cada uno de ello con dos representantes. Entretanto, ciudades grandes y populosas, como Birmingham y Manchester, apenas estaban representadas. En 1819, una multitud de 60.000 personas se congregó en Manchester para exigir una reforma, pero fueron arrolladas por una carga de la caballería. Quince personas perdieron la vida y muchas más resultaron heridas en lo que se recuerda como la matanza de Peterloo.
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También los Estados Unidos pasaron por un período de industrialización con capitalistas que actuaban como señores feudales en los decenios de 1870 y 1880. En 1873 Mark Twain y Charles Dudley Warner satirizaron la codicia y la corrupción de aquella época en su libro The Gilded Age: A Tale of Today. El período concluyó con la depresión de 1893-96 y le siguieron las importantes reformas políticas de la “época progresista”.
En el caso de Gran Bretaña y los EE.UU., la transición en la naturaleza de la minoría gobernante fue relativamente suave, pero hay muchos ejemplos en los que semejante cambio fue repentino y violento: las revoluciones francesa y rusa, por ejemplo. En Alemania, la antigua minoría dirigente prusiana dirigió con éxito la industrialización a finales del siglo XIX, pero quedó desacreditada por la derrota en la primera guerra mundial. El nazismo llenó el vacío posterior y no se estableció un nuevo equilibrio hasta después de la segunda guerra mundial.
Cambios similares se han presenciado en Asia. El Japón experimentó dos cambios: la Restauración Meiji de 1868 y el período posterior a la segunda guerra mundial. Corea del Sur estuvo gobernada por generales hasta que protestas estudiantiles generalizadas propiciaron una transición democrática en 1987. (En los años posteriores muchos de los más importantes empresarios del país afrontaron procesamientos.) Indonesia experimentó su cambio más recientemente, en 1998.
Cuando China afrontó ese momento durante las protestas de 1989 en la plaza de Tiananmen, el Estado comunista reprimió a los estudiantes con puño de hierro, pero desde entonces se ha mantenido centrado en el crecimiento económico. La corrupción sigue siendo un problema importante, pero las autoridades procuran castigar los peores excesos de forma bastante visible. Aun así, como ha demostrado la reciente controversia sobre el premio Nobel de la Paz, el Gobierno sigue nervioso ante cualquier discrepancia que ponga en tela de juicio la legitimidad de la minoría gobernante.
Aun con el ajuste correspondiente al poder adquisitivo, la clase media existente en la India actual probablemente no ascienda a más de 70 millones de personas (muchas menos de lo que se suele suponer), pero, a lo largo del decenio que acaba de comenzar, la clase media actualmente establecida se verá abrumada por los recién llegados, que se abrirán paso hacia arriba desde los arrabales, las ciudades pequeñas y los pueblos del país.
Los vemos por doquier: aprendiendo inglés en “academias particulares”, trabajando anónimamente en los nuevos centros comerciales y centros de llamadas o repentinamente famosos como estrellas del deporte. Nunca había experimentado la India semejante movilidad social. Hasta ahora, ese nuevo grupo ha estado demasiado ocupado subiendo por la escalera de los ingresos para expresar su resentimiento por los excesos de la minoría dirigente, pero se nota una sensación en aumento de irritación entre sus miembros.
Resulta imposible predecir cuándo se producirá el cambio o qué forma revestirá. En vista de las tradiciones democráticas de la India, es probable que sea un cambio pacífico. Una posibilidad es la de que se produzca en una provincia tras otra, de lo que constituye un ejemplo primordial el antes ingobernable estado de Bihar.
Pero también podríamos ver un giro impredecible, en el que un nuevo dirigente o movimiento político cautive de repente la imaginación popular y barra las antiguas disposiciones. Como sabemos por la Alemania nazi y otros casos, esa clase de movimientos no siempre tienen un resultado afortunado.
Tal vez la actual minoría dirigente de la India aprenda de la Historia, se purgue y después se abra a los nuevos talentos. Se han encargado muchas investigaciones sobre los actuales escándalos de corrupción. A lo largo de este año, los indios descubrirán si esas medidas son serias y si propiciarán la reforma... o simplemente profundizarán la crisis.