NUEVA DELI – Estados Unidos presentó cargos contra el ciudadano indio Nikhil Gupta, un traficante de drogas y armas de 52 años de edad, por intento de asesinato del separatista sijista Gurpatwant Singh Pannun, un ciudadano estadounidense, en la ciudad de Nueva York. La acusación, que alega que un funcionario del gobierno indio pagó a Gupta en Nueva Deli para organizar el asesinato, ensombreció la relación entre la India y EE. UU., además de su imagen en el mundo.
Ya hemos pasado por esto. Hace apenas un par de meses, el primer ministro canadiense Justin Trudeau afirmó que existían «acusaciones creíbles» sobre un «posible vínculo» entre el gobierno indio y el asesinato a balazos del separatista sijista Hardeep Singh Nijjar, ciudadano canadiense, que tuvo lugar en junio en Canadá. La India respondió indignada, exigiendo que 41 diplomáticos canadienses se retiraran de Nueva Deli.
Pero aunque Trudeau no logró demostrar que el gobierno indio estuvo involucrado en el asesinato de Nijjar, el Departamento de Justicia estadounidense está preparado para presentar su evidencia en los tribunales. Entre los detalles condenatorios hay uno que parece vincular ambos asesinatos: supuestamente, el supervisor de Gupta en Nueva Deli le envió una filmación «del cuerpo ensangrentado de Nijjar desplomado en su vehículo», que Gupta despreocupadamente compartió con el asesino al que había contratado.
El asesino a sueldo resultó ser un agente encubierto de la Administración de Control de Drogas (DEA) de EE. UU., quien le siguió el juego a Gupta para recabar toda la evidencia posible. Afortunadamente para el agente, parece que Gupta se ocupó de la tarea con un grado extraordinario de ineptitud, y dejó suficiente evidencia como para incriminar a todos quienes estuvieron relacionados en la cuestión. Su supervisor en Nueva Deli no parece haberse desempeñado mucho mejor: entregó a Gupta videos, mensajes e instrucciones detalladas. Todo eso equivalió a dejar en manos de las autoridades estadounidenses la «pistola humeante» que probablemente lleve a Gupta a la cárcel.
Se trata de un incidente curioso por varios motivos. En primer lugar, es incoherente con las prioridades que tanto ha difundido el primer ministro indio Narendra Modi: el gobierno de Modi ha hecho grandes esfuerzos para promocionar a la India como una potencia mundial responsable, una voz influyente en el G20 y líder del Sur Global, jactándose frente a los indios de que el país se convirtió en un «vishwaguru», o «maestro para el mundo».
Durante el gobierno de Modi, la India ha estado además profundizando sus relaciones con EE. UU., principalmente debido a la preocupación que ambos países comparten respecto de la agresión china. Orquestar el asesinato de ciudadanos en países aliados — violando su soberanía, el imperio de la ley y las normas internacionales establecidas— parece una manera extraña de lograrlo.
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Dicho eso, un programa de asesinatos no estaría completamente fuera de tono con la imagen local, construida cuidadosamente por Modi, de ser un hombre fuerte, decidido, duro y práctico, que hará lo que sea para proteger a su gente. ¿Es posible que elementos del gobierno indio hayan actuado por sí solos para reforzar esa imagen? Que Gupta no fuera un agente entrenado —ni siquiera un criminal competente— sugiere que los esfuerzos por asesinar a Pannun no fueron orquestados en las esferas más elevadas.
El caso de Gupta también es curioso porque sugiere que atacar a separatistas sijistas es una prioridad para la India. Pero aunque en la década de 1980 existió un peligroso movimiento que proponía el estado independiente de «Kalistán» (sus miembros llegaron a hacer estallar un avión de Air India, causando la muerte de las 329 personas que estaban a bordo), el separatismo parece haber perdido su impulso en el país, incluso en el estado de Punyab, mayoritariamente sijista. Ayuda que en las últimas décadas la India haya tenido un primer ministro (Manmohan Sing) y un jefe del ejército sijistas, y que dos de los últimos tres embajadores indios en EE. UU. hayan sido sijistas.
La causa de Kalistán es una fantasía alimentada por una pequeña minoría de la diáspora sijista, difícilmente una amenaza que justifique poner en peligro las ambiciones de liderazgo mundial de la India, ni que hablar de su relación con EE. UU. Esto da lugar a la posibilidad de que el «supervisor» de Gupta en Nueva Deli —a quien el Departamento de Justicia estadounidense ha identificado, pero cuyo nombre no dio a conocer— fuera un agente deshonesto con la ilusión de ganarse el favor de los «tipos duros» del entorno de Modi, más que un representante de las máximas autoridades.
Por supuesto, también hay que considerar la posibilidad de que los funcionarios indios hayan adoptado una actitud autocomplaciente y confiado en que, como EE. UU. viene cortejando manifiestamente a la India para crear un contrapeso a China, hayan creído que podían salirse con la suya sin importar qué hicieran. En ese caso, la responsabilización de los altos niveles es fundamental. Los indios merecemos algo mejor que la vanagloria y temeridad de los miembros superiores del aparato político.
Sin importar qué ocurra, deberán rodar cabezas en Deli. Alguien tendrá que asumir la culpa, no solo por planear una operación como esa, sino también por actuar con tamaña incompetencia. En términos más amplios, hay que desactivar la crisis de manera urgente y limitar los daños a las relaciones bilaterales.
Hasta el momento, el gobierno indio no ha expresado la arrogancia que mostró tras las acusaciones de Trudeau. Aunque el vocero oficial reiteró que los asesinatos en el extranjero «son contrarios a la política gubernamental», también anunció la creación de un comité de investigación de alto nivel para ocuparse de las preocupaciones estadounidenses relacionadas con la cooperación bilateral para la seguridad, especialmente «del nexo entre el crimen organizado, los traficantes de armas y los terroristas».
EE. UU. parece interesado en limitar las secuelas diplomáticas, incluso mientras presiona para que se lleve a cabo una investigación, pero pronto podría comenzar a materializarse el daño a la relación bilateral. Desde hace algunos meses se rumorea en Nueva Deli que el presidente estadounidense Joe Biden podría ser el invitado especial de las celebraciones del 26 de enero por el Día de la República de la India, tal vez junto con los líderes de los demás miembros del Quad: Australia y Japón. Ese escenario, que sería un importante triunfo preelectoral para Modi en términos de relaciones públicas, peligra.
En algunos círculos se ve ahora a la India como un actor mundial insensato, un país de gatillo fácil con una lista de la muerte de ciudadanos extranjeros a quienes está decidida a asesinar. Eso echa por tierra las décadas de esfuerzos para presentarla como una potencia responsable, lista para ocupar su lugar en la mesa de honor mundial. Cuando se resuelva el caso de Gupta, la India tendrá que mostrar al mundo que está verdaderamente decidida a mantener el imperio de la ley, tanto en casa como en el extranjero.
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Since Plato’s Republic 2,300 years ago, philosophers have understood the process by which demagogues come to power in free and fair elections, only to overthrow democracy and establish tyrannical rule. The process is straightforward, and we have now just watched it play out.
observes that philosophers since Plato have understood how tyrants come to power in free elections.
Despite being a criminal, a charlatan, and an aspiring dictator, Donald Trump has won not only the Electoral College, but also the popular vote – a feat he did not achieve in 2016 or 2020. A nihilistic voter base, profit-hungry business leaders, and craven Republican politicians are to blame.
points the finger at a nihilistic voter base, profit-hungry business leaders, and craven Republican politicians.
NUEVA DELI – Estados Unidos presentó cargos contra el ciudadano indio Nikhil Gupta, un traficante de drogas y armas de 52 años de edad, por intento de asesinato del separatista sijista Gurpatwant Singh Pannun, un ciudadano estadounidense, en la ciudad de Nueva York. La acusación, que alega que un funcionario del gobierno indio pagó a Gupta en Nueva Deli para organizar el asesinato, ensombreció la relación entre la India y EE. UU., además de su imagen en el mundo.
Ya hemos pasado por esto. Hace apenas un par de meses, el primer ministro canadiense Justin Trudeau afirmó que existían «acusaciones creíbles» sobre un «posible vínculo» entre el gobierno indio y el asesinato a balazos del separatista sijista Hardeep Singh Nijjar, ciudadano canadiense, que tuvo lugar en junio en Canadá. La India respondió indignada, exigiendo que 41 diplomáticos canadienses se retiraran de Nueva Deli.
Pero aunque Trudeau no logró demostrar que el gobierno indio estuvo involucrado en el asesinato de Nijjar, el Departamento de Justicia estadounidense está preparado para presentar su evidencia en los tribunales. Entre los detalles condenatorios hay uno que parece vincular ambos asesinatos: supuestamente, el supervisor de Gupta en Nueva Deli le envió una filmación «del cuerpo ensangrentado de Nijjar desplomado en su vehículo», que Gupta despreocupadamente compartió con el asesino al que había contratado.
El asesino a sueldo resultó ser un agente encubierto de la Administración de Control de Drogas (DEA) de EE. UU., quien le siguió el juego a Gupta para recabar toda la evidencia posible. Afortunadamente para el agente, parece que Gupta se ocupó de la tarea con un grado extraordinario de ineptitud, y dejó suficiente evidencia como para incriminar a todos quienes estuvieron relacionados en la cuestión. Su supervisor en Nueva Deli no parece haberse desempeñado mucho mejor: entregó a Gupta videos, mensajes e instrucciones detalladas. Todo eso equivalió a dejar en manos de las autoridades estadounidenses la «pistola humeante» que probablemente lleve a Gupta a la cárcel.
Se trata de un incidente curioso por varios motivos. En primer lugar, es incoherente con las prioridades que tanto ha difundido el primer ministro indio Narendra Modi: el gobierno de Modi ha hecho grandes esfuerzos para promocionar a la India como una potencia mundial responsable, una voz influyente en el G20 y líder del Sur Global, jactándose frente a los indios de que el país se convirtió en un «vishwaguru», o «maestro para el mundo».
Durante el gobierno de Modi, la India ha estado además profundizando sus relaciones con EE. UU., principalmente debido a la preocupación que ambos países comparten respecto de la agresión china. Orquestar el asesinato de ciudadanos en países aliados — violando su soberanía, el imperio de la ley y las normas internacionales establecidas— parece una manera extraña de lograrlo.
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El caso de Gupta también es curioso porque sugiere que atacar a separatistas sijistas es una prioridad para la India. Pero aunque en la década de 1980 existió un peligroso movimiento que proponía el estado independiente de «Kalistán» (sus miembros llegaron a hacer estallar un avión de Air India, causando la muerte de las 329 personas que estaban a bordo), el separatismo parece haber perdido su impulso en el país, incluso en el estado de Punyab, mayoritariamente sijista. Ayuda que en las últimas décadas la India haya tenido un primer ministro (Manmohan Sing) y un jefe del ejército sijistas, y que dos de los últimos tres embajadores indios en EE. UU. hayan sido sijistas.
La causa de Kalistán es una fantasía alimentada por una pequeña minoría de la diáspora sijista, difícilmente una amenaza que justifique poner en peligro las ambiciones de liderazgo mundial de la India, ni que hablar de su relación con EE. UU. Esto da lugar a la posibilidad de que el «supervisor» de Gupta en Nueva Deli —a quien el Departamento de Justicia estadounidense ha identificado, pero cuyo nombre no dio a conocer— fuera un agente deshonesto con la ilusión de ganarse el favor de los «tipos duros» del entorno de Modi, más que un representante de las máximas autoridades.
Por supuesto, también hay que considerar la posibilidad de que los funcionarios indios hayan adoptado una actitud autocomplaciente y confiado en que, como EE. UU. viene cortejando manifiestamente a la India para crear un contrapeso a China, hayan creído que podían salirse con la suya sin importar qué hicieran. En ese caso, la responsabilización de los altos niveles es fundamental. Los indios merecemos algo mejor que la vanagloria y temeridad de los miembros superiores del aparato político.
Sin importar qué ocurra, deberán rodar cabezas en Deli. Alguien tendrá que asumir la culpa, no solo por planear una operación como esa, sino también por actuar con tamaña incompetencia. En términos más amplios, hay que desactivar la crisis de manera urgente y limitar los daños a las relaciones bilaterales.
Hasta el momento, el gobierno indio no ha expresado la arrogancia que mostró tras las acusaciones de Trudeau. Aunque el vocero oficial reiteró que los asesinatos en el extranjero «son contrarios a la política gubernamental», también anunció la creación de un comité de investigación de alto nivel para ocuparse de las preocupaciones estadounidenses relacionadas con la cooperación bilateral para la seguridad, especialmente «del nexo entre el crimen organizado, los traficantes de armas y los terroristas».
EE. UU. parece interesado en limitar las secuelas diplomáticas, incluso mientras presiona para que se lleve a cabo una investigación, pero pronto podría comenzar a materializarse el daño a la relación bilateral. Desde hace algunos meses se rumorea en Nueva Deli que el presidente estadounidense Joe Biden podría ser el invitado especial de las celebraciones del 26 de enero por el Día de la República de la India, tal vez junto con los líderes de los demás miembros del Quad: Australia y Japón. Ese escenario, que sería un importante triunfo preelectoral para Modi en términos de relaciones públicas, peligra.
En algunos círculos se ve ahora a la India como un actor mundial insensato, un país de gatillo fácil con una lista de la muerte de ciudadanos extranjeros a quienes está decidida a asesinar. Eso echa por tierra las décadas de esfuerzos para presentarla como una potencia responsable, lista para ocupar su lugar en la mesa de honor mundial. Cuando se resuelva el caso de Gupta, la India tendrá que mostrar al mundo que está verdaderamente decidida a mantener el imperio de la ley, tanto en casa como en el extranjero.
Traducción al español por Ant-Translation