Employees mark their attendance through Aadhaar based System Vipin Kumar/Hindustan Times via Getty Images

La India, ¿paraíso de la desprotección de datos?

NUEVA DELHI – La India no tiene coltán ni tierras raras, su petróleo es poco y el agua no le alcanza. Lo que sí tiene es gente: 1300 millones de personas, y en alza. Eso la vuelve potencialmente muy rica en lo que algunos llaman el “nuevo petróleo”: los datos. Pero ¿quién aprovechará esa riqueza, y quiénes están expuestos a riesgos?

Es indudable que al primer ministro indio Narendra Modi le gusta recolectar datos. Desde su asunción al cargo en 2014, ha liderado una decidida campaña de ampliación de la gobernanza digital, cuya eficiencia y capacidad de transformar el país ensalza.

Han comenzado a usarse dispositivos biométricos para registrar la asistencia de estudiantes y profesores a las escuelas, y de empleados públicos al trabajo. Después de su desastroso proyecto de desmonetización de 2016, Modi todavía exhortó a los indios a pagar con medios digitales, en vez de efectivo, hasta las transacciones pequeñas.

Con más ambición aún, el gobierno de Modi amplió el alcance del sistema Aadhaar, que busca asignar a todos los residentes un “número único de identificación” vinculado con sus datos biométricos. El objetivo principal del programa cuando en 2009 lo inició el gobierno del partido Congreso Nacional Indio era mejorar la administración de prestaciones sociales y eliminar el pago de subsidios públicos a beneficiarios ficticios, para prevenir el desfalco de fondos estatales.

En aquel momento, Modi (entonces jefe de ministros de Gujarat) se opuso con vehemencia, y prometió anular el proyecto si su fuerza, el Partido Popular Indio (Bharatiya Janata Party, BJP), llegaba al gobierno. Pero como primer ministro, Modi adoptó el programa y ordenó vincular los números de identificación a casi todo. Las cuentas bancarias, las inscripciones escolares, los contratos de telefonía móvil, los registros de viaje, los ingresos a hospitales y hasta los certificados de cremación ahora necesitan número Aadhaar, pese a que Modi aseguró a la Suprema Corte que la participación en el programa no sería obligatoria.

Modi no busca solamente eficiencia. Ha declarado abiertamente que los datos son “riqueza real”, y que “quien los adquiera y controle” obtendrá la “hegemonía”. Y el objetivo de Modi es la hegemonía política. Lleva cuatro años centralizando y consolidando el poder, y el BJP se hizo con el control de 22 de los 29 estados, con lo que la mayoría que ya tiene en la cámara baja se complementará con una probable mayoría en la cámara alta (cuyos miembros son elegidos por las asambleas de los estados).

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Pero la idea que al parecer tiene Modi de la India como un país donde el Big Government se une al Big Data tropezó con muchos obstáculos. Las máquinas encargadas de verificar a los poseedores de número Aadhaar suelen fallar, sobre todo en las áreas rurales del país, por falta de conexión a Internet o electricidad. De modo que en vez de ayudar a los pobres, el programa Aadhaar impidió a muchos de ellos ejercer su derecho de acceder a bienes subsidiados a través del Sistema de Distribución Pública.

Para colmo, el programa Aadhaar es un colador. Una periodista de investigación del diario The Tribune consiguió comprar cinco millones de números de identificación por sólo 500 rupias (8 dólares). En el sitio web de una gaspetrolera pública, cualquier persona con un mínimo de habilidades técnicas podía revelar los nombres, datos bancarios y números Aadhaar de más de 500 millones de indios. El Ministerio de Desarrollo Rural expuso accidentalmente casi 16 millones de números Aadhaar. Y en el estado sureño de Andhra Pradesh, una base de datos oficial de trabajadores informales reveló detalles de otros 20 millones de personas.

En términos generales, el programa Aadhaar deja a los participantes mucho más expuestos que, por ejemplo, los 87 millones de usuarios de Facebook cuyos datos personales se compartieron indebidamente con la consultora política Cambridge Analytica. Pero ante estas revelaciones, el gobierno de Modi sólo respondió con negación, indolencia y ocultamiento.

El desinterés por la protección de los datos parece ser una pauta en Modi. En 2015, invitó a sus simpatizantes a descargar la “aplicación móvil de Narendra Modi” para “recibir mensajes y correos electrónicos directamente del primer ministro” en sus teléfonos. A quienes la descargaran, les prometió un contacto “sin intermediarios, sin medios de prensa, sin funcionarios, sin burocracia”. La versión de la aplicación para Android se descargó más de cinco millones de veces.

Pero había una trampa: los datos que los seguidores de Modi le permitieron leer a la aplicación (incluidas fotografías, listas de contactos y datos de GPS, además del micrófono y la cámara) se compartieron con una empresa estadounidense. Los usuarios no fueron informados, y mucho menos se les pidió autorización, ya que esto no aparecía ni siquiera en la letra chica del contrato. Y aunque después la política de privacidad de la aplicación se modificó, la empresa estadounidense retiene los datos que ya obtuvo, que podría usar con fines comerciales hoy, y quién sabe para qué mañana.

En los años venideros, la recolección y la protección de los datos serán cuestiones cada vez más problemáticas. Se calcula que el 90% de los datos que existen en el mundo se generó en los últimos dos años. Puede que en la India el porcentaje sea mayor, ya que en los últimos tiempos la creciente presencia de servicios 4G y teléfonos inteligentes baratos con conexión a Internet permitió a millones de personas conectarse (y entregar grandes cantidades de información personal).

La India será el paraíso del Big Data. La pregunta es si no será también el paraíso del Big Leak. Hasta ahora el país no ha tenido una legislación de privacidad y protección de datos sólida; mi intento de introducirla, mediante un proyecto de ley de mi iniciativa, se frustró una y otra vez por maniobras de obstrucción parlamentaria. Para proteger a las personas que están generando toda esa riqueza de datos que Modi tanto desea, debería cumplir su promesa de campaña de ofrecer “gobierno mínimo, gobernanza máxima”.

Traducción: Esteban Flamini

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