Varsovia – Cuando un amigo muere inesperadamente, recordamos su rostro, su sonrisa, las conversaciones que quedaron truncas para siempre. Hoy puedo ver a Bronisław Geremek, que murió en un accidente automovilístico hace unas pocas semanas, en la cárcel de Białołęka y escuchar sus recios gritos desde detrás de las barras de la prisión situada en la calle Rakowiecka. Puedo ver y escuchar a Bronek en Castel Gandolfo, dirigiendo un discurso al Papa Juan Pablo II.
Varsovia – Cuando un amigo muere inesperadamente, recordamos su rostro, su sonrisa, las conversaciones que quedaron truncas para siempre. Hoy puedo ver a Bronisław Geremek, que murió en un accidente automovilístico hace unas pocas semanas, en la cárcel de Białołęka y escuchar sus recios gritos desde detrás de las barras de la prisión situada en la calle Rakowiecka. Puedo ver y escuchar a Bronek en Castel Gandolfo, dirigiendo un discurso al Papa Juan Pablo II.