NUEVA YORK – Hoy, un cuarto de siglo después del final de la Guerra Fría, Occidente y Rusia están otra vez enfrentados. Pero esta vez (al menos para uno de los lados), está claro que la disputa tiene que ver más con el poder geopolítico que con la ideología. Occidente ha dado apoyo, en diversas formas, a movimientos democráticos en la región post‑soviética, sin disimular su entusiasmo por las varias “revoluciones de colores” que sustituyeron a viejos dictadores por líderes más receptivos (aunque no todos resultaron los demócratas convencidos que decían ser).
NUEVA YORK – Hoy, un cuarto de siglo después del final de la Guerra Fría, Occidente y Rusia están otra vez enfrentados. Pero esta vez (al menos para uno de los lados), está claro que la disputa tiene que ver más con el poder geopolítico que con la ideología. Occidente ha dado apoyo, en diversas formas, a movimientos democráticos en la región post‑soviética, sin disimular su entusiasmo por las varias “revoluciones de colores” que sustituyeron a viejos dictadores por líderes más receptivos (aunque no todos resultaron los demócratas convencidos que decían ser).