LONDRES – No conozco muy bien a Carrie Lam, la controvertida jefa ejecutiva de Hong Kong. Trabajó para mi administración cuando fui gobernador allí. Diligente y apreciada (y católica, como muchos otros funcionarios públicos de la entonces colonia) había estudiado en la Universidad de Hong Kong y en Cambridge. Cuando me fui, en 1997, tras la devolución de la soberanía sobre la ciudad a China, Lam hacía carrera en el Tesoro. En la mayoría de las administraciones, los más inteligentes suelen gravitar hacia los departamentos económicos, allí donde se cuida el dinero. No recuerdo haber oído jamás un comentario negativo en relación con ella.
LONDRES – No conozco muy bien a Carrie Lam, la controvertida jefa ejecutiva de Hong Kong. Trabajó para mi administración cuando fui gobernador allí. Diligente y apreciada (y católica, como muchos otros funcionarios públicos de la entonces colonia) había estudiado en la Universidad de Hong Kong y en Cambridge. Cuando me fui, en 1997, tras la devolución de la soberanía sobre la ciudad a China, Lam hacía carrera en el Tesoro. En la mayoría de las administraciones, los más inteligentes suelen gravitar hacia los departamentos económicos, allí donde se cuida el dinero. No recuerdo haber oído jamás un comentario negativo en relación con ella.