CAMBRIDGE – Desde la crisis financiera de 2008, ha sido común criticar a los economistas por no haber predicho el desastre, por haber dado recetas erróneas para evitarlo, o por no haber podido arreglarlo luego de sucedido. Los llamados a nuevas formas de pensamiento económico han sido persistentes –y justificados–. Pero todo lo nuevo puede que no sea bueno, y que todo lo bueno no sea nuevo.
CAMBRIDGE – Desde la crisis financiera de 2008, ha sido común criticar a los economistas por no haber predicho el desastre, por haber dado recetas erróneas para evitarlo, o por no haber podido arreglarlo luego de sucedido. Los llamados a nuevas formas de pensamiento económico han sido persistentes –y justificados–. Pero todo lo nuevo puede que no sea bueno, y que todo lo bueno no sea nuevo.