Una revolución financiera está transformando a la banca en todas partes. La baja más importante de esto tal vez sea la banca “universal” que ha dominado a las finanzas en Europa durante mucho tiempo. Hoy en día, sin embargo, se considera a esos bancos cada vez más como dinosaurios.
Después de su aparición en la Europa de mediados del siglo XIX, los bancos universales tuvieron sus mayores éxitos en Alemania, de donde fueron adoptados en toda Europa central, Escandinavia e Italia, así como por los reformistas japoneses, ansiosos por modernizar su economía y su sociedad. El modelo japonés, a su vez, influyó sobre los responsables del diseño de políticas en toda Asia después de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo en Corea y Tailandia.
En su mejor época, se considerba que los bancos universales podían realizar todas las funciones. Combinando servicios de banca comercial y de inversión, con frecuencia tenían grandes portafolios de acciones. En el modelo clásico, los bancos prestaban a las empresas como inversión a largo plazo e intentaban consolidar y vender las deudas (ya fuera como bonos o como acciones) cuando los mercados eran favorables. Resguardaban acciones para sus clientes y a nombre propio y votaban en juntas anuales.
La caída de la banca universal tradicional se está dando por varias razones. En el año 2000, el gobierno de Alemania revirtió un sistema impositivo que penalizaba las ganancias de capital en la tenencia de acciones a largo plazo. Ahora, los bancos pueden fácilmente deshacerse de acciones que han resultado muy lucrativas (y hacer efectivas las ganancias de capital). En Japón, se necesita una reforma sistémica de la banca debido a la magnitud de las pérdidas de los bancos en bienes raíces y acciones como consecuencia del desplome del mercado accionario durante la década pasada. En otros lugares de Asia oriental, los préstamos excesivos a clientes preferenciales fue una de las más importantes causas de la crisis de 1997. Los bancos universales japoneses y de otros países asiáticos están condenados por sus pérdidas; los alemanes, por sus ganancias.
Durante décadas se afirmó que los bancos universales habían sido el secreto de los éxitos económicos de Alemania y Japón. Los banqueros más destacados consideraban que su misión era servir a la patria, más que obtener ganancias (lo que obviamente también era necesario). Antes de la Primera Guerra Mundial, la Comisión Monetaria de EU (fundada para encargarse de los bancos crónicamente inestables) se enteró de la forma en la que funcionaba el sistema alemán y sugirió imitarlo. En 1931, la Comisión Macmillan de Inglaterra entrevistó a los banqueros alemanes más importantes y posteriormente instó la adopción de un sistema al estilo alemán que parecía ofrecer financiamiento industrial a más largo plazo que los cortos horizontes de los banqueros británicos.
Los argumentos acerca de la superioridad del modelo alemán nunca fueron perfectos. El testigo estelar de la investigación inglesa de 1931 fue Jakob Goldschmidt, director del Darmstädter Bank (el primer banco universal de Alemania). El informe de la comisión se publicó el 13 de julio de 1931, el mismo día en que se desplomó el banco de Goldschmidt, provocando la caída del sistema bancario alemán. La Gran Depresión subrayó la vulnerabilidad de los bancos universales: que sus estados financieros se verían dañados por periodos prolongados de deflación de valores. Esas deflaciones fueron características de los problemas de Alemania a principios de los años treinta y de los de Japón durante los noventa.
Los bancos universales sí ofrecían ventajas en una era en la que la información era escasa y cara. Los banqueros universales sabían con mayor precisión lo que sucedía en las empresas en las que tenían intereses, y diseñaban respuestas apropiadas. Esa información se utilizó para transformar las estructuras industriales de sus países. A principios del siglo XX, los bancos alemanes racionalizaron las industrias electro-técnicas a través de dos empresas gigantes: AEG y Siemens. En la década de los veinte, promovieron fusiones en la industria automotriz, principalmente la creación de Daimler-Benz, que estuvo cerca de absorber también a la BMW.
Estas ventajas fueron mayores en el siglo XIX, cuando la información financiera era irregular y no había patrones comunes para auditar. Sin embargo, la reciente internacionalización de los mercados de capital ha sido una poderosa fuerza en favor de la transparencia financiera. Con la transparencia, algunas de las ventajas de los bancos universales desaparecieron.
Actualmente, los secretos no son bien vistos. Los problemas financieros socavan, en vez de consolidar, las relaciones de largo plazo con los clientes. El Deutsche Bank sostuvo contactos cercanos con la compañía constructora Philip Holzmann durante más de un siglo. Cuando la compañía quebró en 1999, se culpó a los banqueros de insensibilidad. Hace poco, la Deutsche Telekom acusó al Deutsche Bank de deslealtad por ejecutar una importante orden de venta de sus acciones.
Las desventajas de la banca universal, que existieron desde el principio, son cada vez más evidentes. La atomización de la influencia financiera desvía las inversiones en direcciones menos lucrativas. Después de 1945, una queja perenne de las empresas incipientes en Alemania y Japón era que no tenían acceso a los capitales porque la banca universal las ignoraba. Un indicio estadístico de que esas quejas estaban bien fundadas es el alto nivel de inversión en Alemania y Japón a fines del siglo XX, lo que demuestra que se consumían grandes cantidades de capital, pero con una tasa de producción de capital relativamente baja, es decir, que no se utilizaban eficientemente.
No obstante, puede ser todavía muy temprano para cantar el requiem a la banca universal. La mayoría de los observadores podían haber predicho que la peculiar estructura financiera de Alemania terminaría en 1931, pero de hecho la banca universal sobrevivió a la depresión (con ayuda del Estado), a la dictadura Nazi (cuando se le mobilizó en una especie de complicidad con el Estado) y a los intentos de los Aliados por imponer reformas financieras.
Las ventajas que estos bancos tenían en cuanto a información sobre negocios, en la actualidad son mucho menores que antes, debido a la mayor (y más rápida) disponibilidad de información financiera. No obstante, la combinación de banca de inversión con una base firme de ventas sigue siendo atractiva, sobre todo en un periodo en el que la riqueza se distribuye ampliamente. Después de un largo periodo posterior a la Gran Depresión (durante el cual Estados Unidos prohibió la banca universal a través de la Ley Glass-Steagall de 1933), los bancos universales están reapareciendo. La experiencia de Estados Unidos parece indicar que los bancos con grandes bases de clientes, tales como Citicorp o el Bank of America, siguen ofreciendo grandes ventajas sobre los bancos de inversión, más limitados.
El enemigo más importante de la banca universal es la deflación prolongada; de ahí los problemas actuales de Japón. Si se puede arreglar la política monetaria para evitar eso, las finanzas universales pueden ser todavía un modelo empresarial con futuro.
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