PARIS – En cierta ocasión que pasé por Amartya Sen, premio Nobel de economía, a su hotel, la recepcionista me preguntó si yo era su chofer. Tras dudar un momento dije que sí. Entre mis múltiples identidades ese día, la de chofer fue la que a ella le pareció más obvia.
PARIS – En cierta ocasión que pasé por Amartya Sen, premio Nobel de economía, a su hotel, la recepcionista me preguntó si yo era su chofer. Tras dudar un momento dije que sí. Entre mis múltiples identidades ese día, la de chofer fue la que a ella le pareció más obvia.