BERLÍN – Este ha sido el verano del descontento de Berlín. Hace exactamente un año, la recta decisión de la Canciller Ángela Merkel de abrir las fronteras de Alemania a los refugiados que se encontraban varados en Hungría impresionó a millones de personas en todo el mundo. Al ver a alemanes comunes y corrientes que acudían en masa a las estaciones de tren y puestos fronterizos para dar la bienvenida a gente que buscaba refugio de la guerra, el sufrimiento y la miseria, la “Cultura de la bienvenida” de Alemania fue para muchos un ejemplo de humanitarismo realmente inspirador.
BERLÍN – Este ha sido el verano del descontento de Berlín. Hace exactamente un año, la recta decisión de la Canciller Ángela Merkel de abrir las fronteras de Alemania a los refugiados que se encontraban varados en Hungría impresionó a millones de personas en todo el mundo. Al ver a alemanes comunes y corrientes que acudían en masa a las estaciones de tren y puestos fronterizos para dar la bienvenida a gente que buscaba refugio de la guerra, el sufrimiento y la miseria, la “Cultura de la bienvenida” de Alemania fue para muchos un ejemplo de humanitarismo realmente inspirador.