NUEVA YORK – La última cumbre del G7 fue desperdiciar recursos. Si había que celebrarla, que fuera virtual, para ahorrar tiempo, costos logísticos y emisiones aeronáuticas. Pero en un nivel más básico, las cumbres del G7 son un anacronismo. La dirigencia política tiene que dejar de dedicar energías a una actividad que no es representativa del estado actual de la economía mundial y cuyos resultados muestran una desconexión casi total entre los objetivos declarados y los medios elegidos para alcanzarlos.
NUEVA YORK – La última cumbre del G7 fue desperdiciar recursos. Si había que celebrarla, que fuera virtual, para ahorrar tiempo, costos logísticos y emisiones aeronáuticas. Pero en un nivel más básico, las cumbres del G7 son un anacronismo. La dirigencia política tiene que dejar de dedicar energías a una actividad que no es representativa del estado actual de la economía mundial y cuyos resultados muestran una desconexión casi total entre los objetivos declarados y los medios elegidos para alcanzarlos.