mackintosh8_Murat TanerGettyImages_fed_building Murat Taner/Getty Images

La Fed huye asustada de Trump

WASHINGTON, DC – Donald Trump ha regresado a la Casa Blanca, y los tecnócratas corren a ponerse a cubierto. Trump ha dejado en claro su deseo de desmantelar el “estado profundo”, al que describe como una red oscura de burócratas que “utiliza como arma” el “poder del estado” para “perseguir a los oponentes políticos” y frustrar sus planes.

Pero los funcionarios profesionales, los administradores y los responsables de las políticas que Trump se dispone a perseguir desempeñan un papel fundamental en el gobierno, entre otras cosas asesorando a los dirigentes, independientemente de sus inclinaciones políticas, sobre cómo pueden alcanzar sus objetivos de manera legal y constitucional. Estos funcionarios deben mantenerse firmes.

La Reserva Federal es quizás el actor económico independiente más importante de Estados Unidos, dado el alcance de sus responsabilidades monetarias y de supervisión, y la importancia mundial del dólar estadounidense. Por desgracia, en lugar de prepararse para defender sus posiciones y prerrogativas, se ha rendido preventivamente ante Trump: el 17 de enero, tres días antes de la toma de posesión de Trump, la Junta de la Reserva Federal se retiró de la Red para Enverdecer el Sistema Financiero (NGFS por su sigla en inglés).

La NGFS reúne a bancos centrales y supervisores para mejorar la gestión de los riesgos ambientales y climáticos en el sector financiero. La participación en el grupo supone un reconocimiento de la importancia de entender los riesgos climáticos, así como una aceptación implícita de que estos riesgos entran dentro del mandato de los bancos centrales, porque amenazan la estabilidad económica y financiera.

No se trata de una postura radical. Todos los bancos centrales importantes están representados entre los 143 miembros de la NGFS: el Banco de Inglaterra (BOE), el Banco de Francia, el Banco de Japón, el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco Popular de China (PBOC). Hasta la retirada de la Fed, la NGFS cubría el 100% de los bancos sistémicos mundiales y el 80% de los grupos aseguradores con actividad internacional. Pero ahora la Fed ha roto con sus pares y se ha encaminado hacia la salida, con el argumento de que el alcance de la NGFS va más allá de su mandato.

La idea de que los bancos centrales no deben tener en cuenta los crecientes riesgos climáticos es sencillamente errónea. La estabilidad económica y financiera depende de la estabilidad de los ecosistemas y del clima. Las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando, los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera han alcanzado picos récord y la temperatura mundial va camino de superar con creces los 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Los efectos del cambio climático -tormentas, inundaciones, sequías e incendios forestales más frecuentes e intensos- ya son evidentes.

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Aunque las estimaciones de los costos económicos y financieros exactos varían, el panorama general es aleccionador. El Instituto y Facultad de Actuarios prevé que el cambio climático supondrá pérdidas del 50% del PIB mundial entre 2070 y 2090. ¿Prefieren una estimación más baja? Swiss Re predice pérdidas del PIB del 18% en 2050 si no se toman medidas.

Sea cual fuere la previsión elegida, no cabe duda de que los costos del cambio climático están en aumento -y no a un ritmo constante-. Al contrario, los costos aumentan gradualmente, luego bruscamente, impulsados por las catástrofes relacionadas con el clima. En una coincidencia sombría pero elocuente, la retirada de la Reserva Federal de la NGFS se produce en un momento en que California está experimentando esto de primera mano, en tanto los incendios forestales convierten en cenizas miles de hogares, empresas y ecosistemas.

Los riesgos microprudenciales son evidentes. La mayoría de las estructuras incendiadas estaban hipotecadas. Pero es poco probable que el seguro cubra el costo total de la reconstrucción, incluso para quienes tienen cobertura, y muchos propietarios estaban infraasegurados o directamente no tenían seguro, precisamente porque el aumento de los riesgos debido a los desastres ocasionados por el clima ha hecho subir las tasas y ha provocado que algunas aseguradoras se nieguen a ofrecer cobertura. Si las propiedades destruidas no se reconstruyen, las hipotecas asociadas no se devolverán, y los bancos locales y nacionales que otorgaron los préstamos sufrirán grandes pérdidas.

Esta observación no puede ser tachada de corrección política. Por el contrario, dado su potencial para desestabilizar el sistema financiero, justifica claramente la atención de los banqueros centrales. Por ello, el Banco de Inglaterra y el BCE están sometiendo a las empresas, a los bancos y a las compañías de seguros supervisadas a pruebas de resistencia al riesgo climático, e imponiendo normas de divulgación, metodologías, procesos y gobernanza en materia climática. El PBOC, por su parte, está incorporando el cambio climático a la regulación y supervisión financieras, y elaborando normas para los préstamos verdes.

Pero la Fed -el banco central más importante del mundo- tiene otros planes. Al retirarse de la NGFS y dar la espalda a los escenarios y análisis de riesgo climático, ha anunciado efectivamente que planea cerrar los ojos y los oídos a los peligros de la crisis climática. Esto aumenta la probabilidad de futuras quiebras sistémicas, porque es menos probable que los funcionarios de la Fed detecten los riesgos que se están materializando justo frente a los ojos de sus supervisores bancarios, ya sea en California, Luisiana, Florida o Texas.

Las autoridades de la Fed subrayan la importancia de la “dependencia de los datos”. Sin embargo, el banco central ha decidido ignorar un cúmulo de datos gigantesco -y en rápido crecimiento- que demuestra que los riesgos climáticos son riesgos económicos, con el fin de apaciguar a un presidente que tal vez ni siquiera sepa que existe la NGFS. La Junta de la Reserva Federal podría haber mantenido su pertenencia a la NGFS y haber esperado su momento. No había razón para saltar antes de ser empujado.

Pero la Fed tiene miedo. Retirarse de la NGFS sugiere que su toma de decisiones reflejará, al menos en parte, la presión política, no un análisis independiente basado en datos. Esto no augura nada bueno para los próximos cuatro años, y más allá.

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