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¿Por qué la Fed no está haciendo su trabajo?

STANFORD – La nominación de nuevos miembros a la Junta de la Reserva Federal de Estados Unidos ofrece una oportunidad para los norteamericanos –y para el Congreso- de reflexionar sobre el banco central más importante del mundo y hacia dónde se dirige.

La pregunta obvia para formular primero es cómo la Fed echó por la borda su mandato principal, que es garantizar la estabilidad de precios. Que la inflación actual haya tomado totalmente por sorpresa a la Fed indica un fracaso fundamental. Sin duda, vendría bien cierto examen de conciencia institucional.

Sin embargo, si bien las políticas de tasas de interés llegan a los titulares, la Fed hoy es más trascendental como regulador financiero. Otro gran interrogante, entonces, es si usará su enorme poder para fomentar políticas climáticas o sociales. Por ejemplo, podría negarles crédito a las empresas de combustibles fósiles, exigirles a los bancos que les presten únicamente a compañías con planes certificados de emisiones cero netas o dirigir el crédito a otras alternativas más favorables. También podría decidir que empezará a regular explícitamente en nombre de la igualdad o la justicia racial, diciéndoles a los bancos dónde y a quién prestar, a quién contratar y despedir, y demás.

Pero antes de considerar dónde irá o debería ir la regulación de la Fed, primero tenemos que considerar el gran fracaso de la Fed. En 2008, el gobierno de Estados Unidos tomó una decisión relevante: las instituciones financieras podían seguir obteniendo el dinero que usan para hacer inversiones riesgosas esencialmente vendiendo deuda de corto plazo proclive a las corridas, pero un nuevo ejército de reguladores juzgaría el riesgo de los activos de las instituciones. La esperanza era que a los reguladores no se les escapara ningún otro elefante del tamaño de las hipotecas de alto riesgo en los balances de los bancos. Sin embargo, en la década posterior de regulación detallada y “pruebas de estrés” regulares basadas en escenarios, el ejército regulatorio de la Fed no tuvo en cuenta ni una vez “¿Qué pasa si hay una pandemia?”

Cuando una pandemia efectivamente llegó a comienzos de 2020, la Fed repudió las promesas de 2008 de “nunca más”, esta vez interviniendo en una escala aún mayor. En marzo de ese año, los bancos demostraron ser incapaces de interceder en el mercado de títulos estándar del Tesoro de Estados Unidos. De modo que la Fed apuntaló al mercado. Los críticos habían señalado hacía mucho problemas con las reglas de liquidez de la Fed, y corregir esos mercados habría sido simple, pero las reformas obvias habían languidecido. Más tarde, hubo una corrida sobre los fondos del mercado de dinero. La Fed volvió a rescatar a los fondos de mercados de dinero. No hay nada más simple de corregir que las corridas de los mercados de dinero, pero esa corrección nunca sucedió.

La Fed también financió nuevas emisiones de bonos municipales y apuntaló los precios de los bonos corporativos, ofreciendo esencialmente una garantía de lo que haga falta. En 2008, la Fed y el Departamento del Tesoro se habían resistido a la idea de aumentar el precio de mercado de todas las hipotecas bajo el Programa de Alivio de Activos en Problemas. Sin embargo, en 2020, el “Powell put” había establecido un piso explícito para los precios de los bonos corporativos –y más.

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La respuesta predecible para esta crítica será: ¿Y qué? Los confinamientos por el COVID-19 bien podrían haber desatado una crisis financiera. La inundación de rescates funcionó, a tal punto que nuestro problema hoy es la inflación. No necesitamos preocuparnos por el riesgo sistémico, porque la Fed y el Tesoro apagarán cualquier nuevo incendio con océanos de dinero fresco.

El problema, por supuesto, son los incentivos que han creado estas políticas. ¿Por qué preocuparse por mantener efectivo o espacio en los balances para comprar en época de baja, ofrecer liquidez o tratar una “venta a precio de remate” como una “oportunidad de compra”? La Fed simplemente le ganará de mano y se quedará con la ganancia. Si usted es una compañía, ¿por qué emitir acciones cuando puede directamente endeudarse, sabiendo que el gobierno se ocupará de su deuda o lo rescatará, como hizo con las aerolíneas? Si usted es un inversor, ¿por qué dudar en comprar deuda inestable, sabiendo que su valor estará garantizado por otro compromiso de “lo que haga falta” de la Fed en tiempos de vacas flacas?

No puede extrañarnos que Estados Unidos esté atiborrado de deuda. Todos suponen que los contribuyentes asumirán las pérdidas en la próxima crisis. Los préstamos estudiantiles, las pensiones de gobierno y las hipotecas se han apilado, todas a la espera de su turno para el rescate del Tío Sam. Pero cada crisis exige transfusiones cada vez más grandes. Los inversores en bonos terminarán negándose a entregar más riqueza para los rescates y la gente no querrá tener billones en dinero recién impreso. Cuando el rescate que todos esperan no se materialice, nos despertaremos en una ciudad arrasada por las llamas –y la estación de bomberos ya se habrá incendiado.

En 2008, los reguladores y los legisladores al menos tenían idea de lo que era el riesgo moral y parecían preocuparse de que los inversores ganen en los buenos tiempos mientras que los contribuyentes cubren las pérdidas en los malos tiempos. Pero la explosión de 2020 ha sido recibida sólo con autocomplacencia.

La misma Fed que no se percató de los peligros de las hipotecas de alto riesgo en 2008, la pandemia en 2020 y que ahora quiere pasar los “riesgos climáticos” por pruebas de estrés, seguramente no verá venir la próxima guerra, la próxima pandemia, el próximo default soberano u otro acontecimiento disruptivo importante. Los reguladores de la Fed ni siquiera se están haciendo esas preguntas. Y si bien pronuncian ensaladas de palabras sobre “interconexiones”, “interacciones estratégicas”, “efectos de red” y “ciclos de crédito”, todavía no han definido ni siquiera qué es riesgo “sistémico”, más que un término general para otorgar un poder integral a los reguladores.

Los reguladores nunca podrán pronosticar riesgos, calibrar estratégicamente los activos de las instituciones financieras o garantizar que las inmensas deudas siempre se puedan pagar. Necesitamos revertir la premisa básica de un sistema financiero en el que el gobierno siempre garantiza montañas de deuda en los malos tiempos, y necesitamos hacerlo antes de que se ponga a prueba la estación de bomberos.

Una mejor regulación puede zanjar las divisiones partidarias. La izquierda tiene razón de que los grandes bancos son oligopolios ineficientes que le brindan un mal servicio a la mayoría de los norteamericanos. Pero el motivo es equivocado. Una inmensa carga de cumplimiento normativo es una barrera importante para el acceso al mercado.

Los pedidos de “más” regulación no tienen sentido. Las regulaciones son inteligentes o tontas, efectivas o inefectivas, están llenas de consecuencias no deseadas o están bien diseñadas. Necesitamos una regulación mejor. Necesitamos más capital, no muchos miles más de páginas de reglas. El capital ofrece una barrera contra todos los shocks, y no les exige a los reguladores ser clarividentes. La Fed ha bloqueado escandalosamente a empresas de banca estrecha y a proveedores de pagos que podían ayudar a satisfacer mejor las necesidades financieras de los norteamericanos.

Antes de pensar en sanar al planeta y reparar la injusticia, la Fed debería responder por lo mal que está llevando a cabo la tarea básica de proteger el sistema financiero.

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