ATENAS – El lunes pasado, una calamidad bíblica se abatió sobre el Ática. Vi los primeros signos bien entrada la mañana, en el aeropuerto de Atenas, donde me despedía de mi hija que partía a Australia. Un fuerte olor a madera en combustión me hizo mirar al cielo, donde me atrajo un pálido sol, envuelto en la elocuente oscuridad diurna que sólo un eclipse, o una espesa y alta columna de humo pueden causar.
ATENAS – El lunes pasado, una calamidad bíblica se abatió sobre el Ática. Vi los primeros signos bien entrada la mañana, en el aeropuerto de Atenas, donde me despedía de mi hija que partía a Australia. Un fuerte olor a madera en combustión me hizo mirar al cielo, donde me atrajo un pálido sol, envuelto en la elocuente oscuridad diurna que sólo un eclipse, o una espesa y alta columna de humo pueden causar.