CAMBRIDGE – Cuesta no sentir decepción por el resultado de la primera vuelta de la elección presidencial y parlamentaria del 14 de mayo en Turquía. En una campaña signada por las secuelas del enorme terremoto de febrero, crecientes problemas económicos y profundización de la corrupción, había muchas esperanzas de que el gobierno cada vez más autoritario (que ya lleva veinte años) del presidente Recep Tayyip Erdoğan llegara a su fin. Algunas encuestas señalaban que la coalición de seis partidos de la oposición liderada por el centroizquierdista Kemal Kılıçdaroğlu, del Partido Republicano del Pueblo (CHP por la sigla en turco), podía alcanzar la mayoría o por lo menos llegar a la segunda vuelta con ventaja sobre Erdoğan.
CAMBRIDGE – Cuesta no sentir decepción por el resultado de la primera vuelta de la elección presidencial y parlamentaria del 14 de mayo en Turquía. En una campaña signada por las secuelas del enorme terremoto de febrero, crecientes problemas económicos y profundización de la corrupción, había muchas esperanzas de que el gobierno cada vez más autoritario (que ya lleva veinte años) del presidente Recep Tayyip Erdoğan llegara a su fin. Algunas encuestas señalaban que la coalición de seis partidos de la oposición liderada por el centroizquierdista Kemal Kılıçdaroğlu, del Partido Republicano del Pueblo (CHP por la sigla en turco), podía alcanzar la mayoría o por lo menos llegar a la segunda vuelta con ventaja sobre Erdoğan.