MADRID – La estabilidad global es un bien frágil, como han dejado patente la reciente crisis sobre el Estrecho de Taiwán y la guerra de Ucrania. En un mundo que se desgarra, generar confianza en el proyecto europeo se convierte en una cuestión estratégica para la Unión Europea. Donde la demanda de Europa no se vea satisfecha, el sentimiento de apatía en los ciudadanos de los países candidatos a la adhesión a la Unión Europea podría ser aprovechado geopolíticamente por otras potencias. Ante estos cantos de sirena, la Unión debe atender el reto secular de ser un compañero de viaje útil y fiable para todos aquellos países de nuestro continente que tengan aspiraciones europeas, independientemente de su nivel formal de integración en el proyecto europeo.
MADRID – La estabilidad global es un bien frágil, como han dejado patente la reciente crisis sobre el Estrecho de Taiwán y la guerra de Ucrania. En un mundo que se desgarra, generar confianza en el proyecto europeo se convierte en una cuestión estratégica para la Unión Europea. Donde la demanda de Europa no se vea satisfecha, el sentimiento de apatía en los ciudadanos de los países candidatos a la adhesión a la Unión Europea podría ser aprovechado geopolíticamente por otras potencias. Ante estos cantos de sirena, la Unión debe atender el reto secular de ser un compañero de viaje útil y fiable para todos aquellos países de nuestro continente que tengan aspiraciones europeas, independientemente de su nivel formal de integración en el proyecto europeo.