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La seguridad de Europa depende de una unión europea de la energía

MADRID – En un mundo convulso, la agenda de seguridad de la Unión Europea es tan amplia como urgente.  Y los avances en casi cualquiera de sus componentes, de la creación de resiliencia económica al logro de un veloz rearme, dependen de una misma cosa: la energía.

Dos históricos informesrecientes sobre la competitividad de la UE (elaborados ambos por ex primeros ministros italianos, Mario Draghi y Enrico Letta) ponen de manifiesto lo que debería ser obvio: los altos precios de la energía y la falta de seguridad en su suministro socavan  la estabilidad y el dinamismo económicos. Aunque la sostenibilidad medioambiental es crucial para el bienestar a largo plazo de Europa (y de hecho, para la supervivencia de la humanidad), es preciso equilibrar esta ambición con el imperativo de un suministro firme, asequible y fiable de energía, sobre todo para los sectores industriales.

La industria europea es la espina dorsal de la competitividad de la UE y le corresponde un papel esencial en su proceso de rearme. Sin ir más lejos, el fabricante alemán  de armamento Rheinmetall alcanzó un valor de mercado de 23 000 millones de euros (24 000 millones de dólares), superando a Volkswagen (19 000 millones de euros). La competitividad de estas empresas de equipamiento militar (y en un sentido más general, la reindustrialización de la que depende la seguridad europea) serán imposibles sin un aumento significativo del realismo energético.

El Pacto Industrial Limpio de la Comisión Europea busca equilibrar los dos imperativos de reindustrialización y descarbonización fomentando, entre otras cosas, la promoción de la inversión pública y privada en tecnologías limpias, y el apoyo a industrias con alto consumo energético, como la siderúrgica y la química, durante la transición energética. Pero la visión continúa incompleta, sobre todo porque no toma en consideración la industria europea de producción de combustibles.

Este sector «silencioso», que provee el 97% de la energía para el transporte y el 50% de los insumos que usa la industria química, no es una mera reliquia de un pasado impulsado por los combustibles fósiles: es piedra angular de la economía europea. Cadenas de valor enteras dependen de la estabilidad y asequibilidad de su suministro, que las energías renovables no podrán igualar en un futuro cercano.

Sin embargo, el Pacto Industrial Limpio no incluye ninguna estrategia para el desarrollo de la industria de combustibles. Tampoco menciona las iniciativas de descarbonización que las empresas europeas del sector tienen en marcha, como la Ecoplanta de Repsol, que transformará residuos sólidos urbanos en combustibles renovables y productos de la economía circular. La empresa prevé que además de crear cientos de puestos de trabajo, la Ecoplanta reducirá en 3,4 millones de toneladas las emisiones de CO2 en sus primeros diez años de operación.

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En línea  con la promesa del Pacto Industrial Limpio de «entablar un diálogo con las industrias para desarrollar vías de transición sectoriales», la Comisión Europea debe tomar medidas inmediatas para desarrollar una senda de transición (transition pathway) para la producción de combustibles. Una estrategia bien diseñada puede liberar miles de millones de euros en inversiones y promover objetivos clave de la UE: la descarbonización del transporte y de la industria pesada, el fortalecimiento de la competitividad global de la industria europea y la mejora de la autonomía estratégica de Europa mediante la reducción de su dependencia de productores extranjeros.

Además, es preciso reevaluar otros sectores con alto consumo de energía e integrarlos en las estrategias europeas de descarbonización y reindustrialización en vez de marginarlos. Para ello, la UE debe adoptar una mirada pragmática y promover todas las fuentes de energía que puedan contribuir a un suministro estable y asequible, con inclusión de las renovables, los combustibles fósiles, la energía nuclear y el hidrógeno.

La generación de energía a partir del hidrógeno es particularmente importante para los sectores con alto consumo energético que no permiten una electrificación total. El plan RePowerEU, presentado en 2022, pone como objetivo para 2030 producir diez millones de toneladas de hidrógeno renovable e importar otros diez millones. Para lograrlo, la UE debe aprovechar sus fortalezas internas. Esto implica usar como base la capacidad de producción actual de Alemania, que en 2022 produjo 2,2 millones de toneladas de hidrógeno; más que cualquier otro país de la UE. Y también implica aprovechar la posición de España, entre Europa y el norte de África, para convertirla en un nodo de la producción de hidrógeno limpio, conectado con Argelia y Marruecos.

La creación de corredores transfronterizos para el hidrógeno (dentro de la UE y entre la UE y otros países) demandará acciones en el nivel de la UE con apoyo del sector privado. Esto debe incluir la armonización de las normativas pertinentes, es decir, una verdadera Unión de la Energía.

Contrariamente a la creencia generalizada la Unión de la Energía no forma parte del mercado único de la UE. Está sujeta a una contradicción fundamental: según el Tratado de Funcionamiento de la UE, la «sostenibilidad» es parte del mandato de la UE, pero la seguridad del suministro energético depende de los Estados miembro, cada uno de los cuales decide su propio mix energético. Ya debería ser evidente que esta situación es insostenible. La única manera de que los Estados miembro alcancen verdadera seguridad energética (o su corolario, asequibilidad energética) es de forma conjunta.

La UE tiene mucho por hacer, y en particular, debe idear una visión cohesionada de su papel en el mundo en un momento en que Estados Unidos, bajo la segunda presidencia de Donald Trump, se muestra errático, poco fiable y cada vez más autocrático, y en el que la política de grandes potencias define las relaciones internacionales. Esa visión debe incluir la profundización de las relaciones con una amplia variedad de países no Occidentales (como Brasil, la India, Marruecos y los Emiratos Árabes Unidos) que comparten su interés de preservar algo parecido a un Orden Basado en Reglas.

Pero para que la UE pueda cumplir ese papel de liderazgo (y proporcionar la clase de seguridad jurídica capaz de ayudar a contrarrestar la conducta transaccional, caprichosa y destemplada de Estados Unidos) necesita unión, autoconfianza, resiliencia y competitividad. Esto demanda una estrategia pragmática y proindustria que transforme a Europa, de mercado lucrativo para otros a potencia industrial innovadora por derecho propio, y mejorar su autonomía estratégica en un tablero geopolítico cambiante. El éxito dependerá de la creación de una sólida Unión de la Energía.

https://prosyn.org/9LZmC30es