GINEBRA – A principios de julio, visité el asentamiento de refugiados Kutupalong en Bangladesh, que hoy alberga a cientos de miles de rohinyá huidos de la horripilante violencia que sufrieron en Myanmar. Con las lluvias monzónicas machacando el techo, vi a jóvenes de ambos sexos que aprendían los rudimentos de la lectura, la escritura y la aritmética durante apenas dos horas al día. Tras eso, había que entregar el aula al siguiente grupo de alumnos.
GINEBRA – A principios de julio, visité el asentamiento de refugiados Kutupalong en Bangladesh, que hoy alberga a cientos de miles de rohinyá huidos de la horripilante violencia que sufrieron en Myanmar. Con las lluvias monzónicas machacando el techo, vi a jóvenes de ambos sexos que aprendían los rudimentos de la lectura, la escritura y la aritmética durante apenas dos horas al día. Tras eso, había que entregar el aula al siguiente grupo de alumnos.