FREETOWN, SIERRA LEONA – Yo era un joven médico asignado a la Unidad de Emergencias del Hospital de Niños Ola During, en Sierra Leona, cuando tuve que aconsejar a la madre de una niña gravemente enferma de malaria que dijera una mentira flagrante. Su hija Mariama, de cuatro años, necesitaba una transfusión de sangre para no morir, pero la madre no tenía dinero para pagar las pruebas de detección de infecciones y compensar al donante. Yo había visto a muchos niños morirse mientras sus padres buscaban desesperadamente los fondos necesarios.
FREETOWN, SIERRA LEONA – Yo era un joven médico asignado a la Unidad de Emergencias del Hospital de Niños Ola During, en Sierra Leona, cuando tuve que aconsejar a la madre de una niña gravemente enferma de malaria que dijera una mentira flagrante. Su hija Mariama, de cuatro años, necesitaba una transfusión de sangre para no morir, pero la madre no tenía dinero para pagar las pruebas de detección de infecciones y compensar al donante. Yo había visto a muchos niños morirse mientras sus padres buscaban desesperadamente los fondos necesarios.