¿Es Estados Unidos realmente responsable del fracaso de las negociaciones sobre el comercio mundial?

Es increíble que el mundo haya decidido culpar a los Estados Unidos por el abrupto final de cinco años de conversaciones sobre comercio mundial el mes pasado (la así llamada “Ronda de Doha”). Soy el primero en admitir que EE.UU. bajo el Presidente George W. Bush no se ha cubierto de gloria multilateral en los últimos años, pero es inaceptable que se acuse a EE.UU. de sabotear las conversaciones.

¿Ha advertido alguien que por más de una década las importaciones de EE.UU. han representado, en promedio, varios cientos de miles de millones de dólares más que las exportaciones? ¿Realmente la gente cree que EE.UU. ha llegado a este imponente déficit comercial cerrando sus puertas a los bienes extranjeros?

Por el contrario, debido a sus bajas tasas aduaneras y falta general de restricciones a las importaciones, EE.UU. se ha convertido en un centro comercial internacional. Los estadounidenses compran más refrigeradores, automóviles, ropa, computadoras –en fin, cualquier artículo que pueda venir a la mente- fabricados en el extranjero que ningún otro país. Para felicidad de los exportadores del mundo, la misma mentalidad derrochadora que hace que dos tercios de los estadounidenses sufran de obesidad o sobrepeso parece extenderse a todos sus hábitos de compra. Desde comienzos de esta década, ni la recesión, ni los huracanes, ni los altísimos precios del petróleo han parecido afectar sus apetitos.

La verdad pura y simple es que incluso si Susan Schwab, la negociadora comercial de EE.UU. se hubiera negado a hacer una sola “concesión” y si Europa, Japón y los grandes países emergentes hubieran mantenido sobre la mesa sus mejores ofertas, EE.UU. seguiría siendo un país más abierto que cualquiera, excepto unas cuantas naciones pequeñas.

Es cierto que hacia el final de las conversaciones, EE.UU. cedió a su rico y poderoso lobby agroindustrial. Sin embargo, eso fue sólo después de cinco años de intransigencia de los lobbies agrícolas europeos, todavía más poderosos. Y eso, sin mencionar que los políticos de los mercados emergentes no fueron capaces de comprender que reducir unilateralmente sus excesivas restricciones a las importaciones habría sido una buena idea, incluso si los países ricos no transigían en sus posiciones.

¿Qué significa el fiasco comercial del pasado mes? Quienes tienen más experiencia en estos asuntos saben que a menudo las conversaciones comerciales mundiales renacen de sus propias cenizas. Lamentablemente, hoy parece improbable un resultado así, especialmente debido a que no hay muchas perspectivas de que EE.UU. vuelva a participar en las conversaciones en un futuro muy próximo.

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Es muy probable que el opositor Partido Demócrata tome el tema de la creciente desigualdad de los salarios como bandera central de las elecciones para el congreso de EE.UU. de mediados de este año, y también en la elección presidencial de 2008. Hay un hecho cierto: nosotros los economistas hemos descubierto que la globalización parece jugar un papel mucho menor en la creciente brecha entre salarios que los avances tecnológicos. Incluso así, la explosión de exportaciones procedentes de regiones con bajos salarios, como China e India, es al menos una pieza del rompecabezas.

Lo último que desean los republicanos de Bush es parecer indiferentes a los problemas de las clases medias. De modo que lamentablemente, incluso si Europa recuperara la cordura y los mercados emergentes mostraran un mayor entusiasmo por la liberalización del comercio, es posible que no veamos un acuerdo comercial global sino hasta la próxima década.

¿Cuán malo sería eso? Después de todo, con el sistema actual varios países asiáticos han logrado un notable crecimiento impulsado por las exportaciones. Y las negociaciones comerciales bilaterales y regionales pueden hacer mella a algunas de las barreras del sistema mundial actual. Por ejemplo, un problema fundamental es que la naturaleza del comercio global constantemente está evolucionando, y los acuerdos existentes sólo tienen una capacidad de adaptación limitada. Los servicios como la educación, la banca, la contabilidad y los seguros forman una proporción cada vez mayor del producto global (hoy en día está en cerca de dos tercios), y para una expansión mayor se necesita hacer cambios a los acuerdos actuales.

Aunque Asia haya tenido éxito mediante la incesante exportación de manufacturas, los países que hoy son más pobres, especialmente los de África, pueden exportar de manera realista sólo productos agrícolas y textiles. Pero estos son precisamente los tipos de bienes que están más protegidos bajo los acuerdos existentes en la actualidad. Los acuerdos bilaterales pueden ser de ayuda, pero también pueden conducir a barreras comerciales más altas para los demás.

Si se considera que el crecimiento económico global de los últimos cuatro años ha sido el más rápido desde principios de los años 70, el estado actual de esta situación cobra un cariz todavía más deprimente. La rápida expansión del comercio global, combinado con un intercambio cada vez más libre de personas e ideas, ha sido una piedra angular de este crecimiento, especialmente de las grandes mejoras a la productividad que lo sustentan. Si no se llega a nuevos acuerdos comerciales, hay un alto riesgo de que el ritmo de la globalización pierda fuerza, con profundas consecuencias para el bienestar y la lucha contra la pobreza en el mundo.

Fuera de África, quienes más sufrirán viven en países como Brasil, India, China y México, cuyos gobernantes con razón la emprendieron contra los subsidios agrícolas de los países ricos, pero no llegaron a reconocer los graves costes de sus propias restricciones a las importaciones para el mundo en desarrollo.

De manera que, por ahora, el mundo debe cifrar sus esperanzas en que EE.UU. siga absorbiendo importaciones extranjeras. Son famosas las palabras que dijera una vez Wallis Simpson, la polémica Duquesa de Windsor nacida en EE.UU.: “Nunca se puede ser demasiado rica ni demasiado delgada”. Afortunadamente para todos, el lema de EE.UU. es hoy “Nunca se puede ser demasiado rico ni demasiado gordo”. Cuando finalmente los estadounidenses decidan hacer dieta en sus importaciones, como algún día lo harán, para todos será evidente la hipocresía del mundo acerca del fracaso de las conversaciones sobre el comercio mundial.

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