Las buenas noticias sobre el TLCAN son que hay pocas noticias sobre el TLCAN. Esa calma, tan distinta a las protestas que se dieron hace una década cuando surgió el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, reflejan los evidentes logros de ese instrumento para facilitar e integrar el intercambio económico entre sus tres socios. El encuentro que sostendrán la próxima semana los presidentes de México y de Estados Unidos debe aprovechar este éxito para impulsar al TLCAN en formas creativas y novedosas.
Afortunadamente existe un mapa para guiar el camnio del TLCAN. Cuando el entonces presidente electo de México, Vicente Fox, viajó a Estados Unidos y Canadá en el otoño del 2000, llevaba una propuesta audaz: después de ocho años, era tiempo para que Canadá, los EU y México fijaran una meta de más largo plazo consistente en crear una Comunidad de América del Norte. Aunque esta poco ortodoxa sugerencia fue recibida con esceptisismo, las ideas de Fox establecieron una agenda a la que los tres socios del TLCAN deben de dar seguimiento.
¿Por qué reparar algo que no está descompuesto? Porque, desde la perspectiva mexicana, el TLCAN todavía no alcanza una de sus metas centrales: llevar los beneficios del libre comercio a todas las regiones y sectores del país. Para que el TLCAN logre todo su potencial y pueda avanzar en los procesos de convergencia, no es suficiente abrir las fronteras al comercio y reducir las barreras arancelarias.
Desde sus inicios en 1994, el TLCAN se ha caracterizado (en el mejor de los casos) por un manejo bilateral de los asuntos y los problemas. Con mucha frecuencia, los EU han adoptado un enfoque unilateral. Nuestra meta es la cooperación trilateral o subregional.
Como están las cosas, México y Canadá se han visto limitados a tratar con los EU sobre una base individual porque los tres países (por distintas razones) prefieren mantener vínculos bilaterales con sus vecinos. El resultado de esto es un descuido de la perspectiva de América del Norte en su conjunto en favor de una visión doméstica o bilateral que en ocasiones no logra promover el objetivo, más importante, de la integración.
Para promover una perspectiva regional, México, Canadá y los EU deben considerar el establecimiento de un foro institucional donde puedan tener lugar esas discusiones y de donde puedan surgir recomendaciones de los gobiernos. Este es particularmente el caso cuando los tres países evalúan la factibilidad de establecer políticas migratorias comunes, el desarrollo y la infraestructura para las fronteras, los recursos naturales compartidos, la protección ambiental, la coordinación de políticas económicas y sociales y otros temas de interés común.
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Se han presentado varias propuestas concretas sobre cómo lograr lo anterior. Como mínimo, se debe establecer una Comisión de América del Norte o un mecanismo de coordinación para iniciar el proceso. Puede ser que el modelo de la Comisión Europea no sea lo que el TLCAN necesita, pero los gobiernos de Canadá, México y los EU deben establecer un mecanismo permanente para canalizar ideas y propuestas y para convertir esas ideas en acciones.
Uno de los sectores que está listo para un mecanismo institucional es el de los energéticos. América del Norte tiene una de las reservas de recursos energéticos más ricas y variadas del mundo. Después de haber excluído el tema de la energía de las discusiones originales del TLCAN, Canadá y México están dispuestos ahora a establecer una estrategia común para los energéticos con los EU. De hecho, ya ha habido pláticas sobre el asunto entre ministros de los tres países. Mientras cada uno promueve su estrategia en la materia, la identificación de sinergías puede ayudar a racionalizar y hacer el mejor uso posible de los recursos energéticos disponibles.
Otro ejemplo de la nueva agenda regional se puede encontrar como consecuencia de los ataques del 11 de septiembre. La protección de América del Norte y la seguridad de sus fronteras se han convertido en una prioridad central en la lucha contra el terorismo internacional y debe haber una respuesta común. Después de haber creado una zona de libre comercio funcional y regional, los tres países deben asegurar que el nuevo imperativo de proteger las fronteras no obstruya los flujos legítimos de bienes, servicios y personas. Un perímetro de seguridad alrededor de toda la zona del TLCAN podría transformar las fronteras internas de manera muy similar a como los Acuerdos de Schengen transformaron las fronteras en gran parte de la Europa continental.
El replanteamiento de la agenda bilateral sobre migración entre México y los EU, que ya estaba avanzando antes del 11 de septiembre, debe hacerse compatible con el nuevo concepto de seguridad territorial de los EU. Aunque hay quienes sostienen que la lucha contra el terrorismo es el enemigo natural de la regularización de la migración, otros están de acuerdo en que ahora más que nunca los países de América del Norte tienen que abordar este asunto en forma trilateral.
La migración, la seguridad, los energéticos, el trabajo y los demás temas que conforman la agenda de América del Norte deben discutirse, manejarse y aplicarse en cuerpos trilaterales que reúnan los conocimientos necesarios para identificar, armonizar y, con el tiempo, hacer converger el diseño de políticas para la región. Esto requiere de una mayor comunicación entre quienes toman las decisiones en los tres países miembros del TLCAN. Los líderes electos de esos países deben definir la agenda y el calendario para la convergencia, pero la aplicación debe quedar en manos de una nueva comisión.
Algunos de los temas que podrían ser parte de la agenda de esa comisión incluyen: la armonización financiera, fiscal y aduanera; la infraestructura para el transporte; los recursos naturales y el desarrollo regional. Existen, por supuesto, muchos otros asuntos, algunos de los cuales ya son objeto de intensos esfuerzos de cooperación, sobre todo en los campos del combate al crimen organizado, el tráfico de drogas y personas y el flujo de contrabando a través de las fronteras. En cualquier caso, es necesario identificar los problemas para que puedan surgir las oportunidades para la cooperación.
El reto actual es renovar al TLCAN añadiéndole el concepto de sociedad. Aunque el reconocimiento de que es mucho lo que todavía nos divide, el tener metas comunes de trascendencia ofrece cimientos sólidos para la cooperación futura. Los tres países se encuentran actualmente en una coyuntura favorable para construir una Comisión para América del Norte que se ocupe de las necesidades de la Comunidad de América del Norte. Debemos de aprovechar el momento y celebrar las negociaciones para crear ese foro.
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In betting that the economic fallout from his sweeping new tariffs will be worth the gains in border security, US President Donald Trump is gambling with America’s long-term influence and prosperity. In the future, more countries will have even stronger reasons to try to reduce their reliance on the United States.
thinks Donald Trump's trade policies will undermine the very goals they aim to achieve.
While America’s AI industry arguably needed shaking up, the news of a Chinese startup beating Big Tech at its own game raises some difficult questions. Fortunately, if US tech leaders and policymakers can take the right lessons from DeepSeek's success, we could all end up better for it.
considers what an apparent Chinese breakthrough means for the US tech industry, and innovation more broadly.
Las buenas noticias sobre el TLCAN son que hay pocas noticias sobre el TLCAN. Esa calma, tan distinta a las protestas que se dieron hace una década cuando surgió el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, reflejan los evidentes logros de ese instrumento para facilitar e integrar el intercambio económico entre sus tres socios. El encuentro que sostendrán la próxima semana los presidentes de México y de Estados Unidos debe aprovechar este éxito para impulsar al TLCAN en formas creativas y novedosas.
Afortunadamente existe un mapa para guiar el camnio del TLCAN. Cuando el entonces presidente electo de México, Vicente Fox, viajó a Estados Unidos y Canadá en el otoño del 2000, llevaba una propuesta audaz: después de ocho años, era tiempo para que Canadá, los EU y México fijaran una meta de más largo plazo consistente en crear una Comunidad de América del Norte. Aunque esta poco ortodoxa sugerencia fue recibida con esceptisismo, las ideas de Fox establecieron una agenda a la que los tres socios del TLCAN deben de dar seguimiento.
¿Por qué reparar algo que no está descompuesto? Porque, desde la perspectiva mexicana, el TLCAN todavía no alcanza una de sus metas centrales: llevar los beneficios del libre comercio a todas las regiones y sectores del país. Para que el TLCAN logre todo su potencial y pueda avanzar en los procesos de convergencia, no es suficiente abrir las fronteras al comercio y reducir las barreras arancelarias.
Desde sus inicios en 1994, el TLCAN se ha caracterizado (en el mejor de los casos) por un manejo bilateral de los asuntos y los problemas. Con mucha frecuencia, los EU han adoptado un enfoque unilateral. Nuestra meta es la cooperación trilateral o subregional.
Como están las cosas, México y Canadá se han visto limitados a tratar con los EU sobre una base individual porque los tres países (por distintas razones) prefieren mantener vínculos bilaterales con sus vecinos. El resultado de esto es un descuido de la perspectiva de América del Norte en su conjunto en favor de una visión doméstica o bilateral que en ocasiones no logra promover el objetivo, más importante, de la integración.
Para promover una perspectiva regional, México, Canadá y los EU deben considerar el establecimiento de un foro institucional donde puedan tener lugar esas discusiones y de donde puedan surgir recomendaciones de los gobiernos. Este es particularmente el caso cuando los tres países evalúan la factibilidad de establecer políticas migratorias comunes, el desarrollo y la infraestructura para las fronteras, los recursos naturales compartidos, la protección ambiental, la coordinación de políticas económicas y sociales y otros temas de interés común.
PS Events: AI Action Summit 2025
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Se han presentado varias propuestas concretas sobre cómo lograr lo anterior. Como mínimo, se debe establecer una Comisión de América del Norte o un mecanismo de coordinación para iniciar el proceso. Puede ser que el modelo de la Comisión Europea no sea lo que el TLCAN necesita, pero los gobiernos de Canadá, México y los EU deben establecer un mecanismo permanente para canalizar ideas y propuestas y para convertir esas ideas en acciones.
Uno de los sectores que está listo para un mecanismo institucional es el de los energéticos. América del Norte tiene una de las reservas de recursos energéticos más ricas y variadas del mundo. Después de haber excluído el tema de la energía de las discusiones originales del TLCAN, Canadá y México están dispuestos ahora a establecer una estrategia común para los energéticos con los EU. De hecho, ya ha habido pláticas sobre el asunto entre ministros de los tres países. Mientras cada uno promueve su estrategia en la materia, la identificación de sinergías puede ayudar a racionalizar y hacer el mejor uso posible de los recursos energéticos disponibles.
Otro ejemplo de la nueva agenda regional se puede encontrar como consecuencia de los ataques del 11 de septiembre. La protección de América del Norte y la seguridad de sus fronteras se han convertido en una prioridad central en la lucha contra el terorismo internacional y debe haber una respuesta común. Después de haber creado una zona de libre comercio funcional y regional, los tres países deben asegurar que el nuevo imperativo de proteger las fronteras no obstruya los flujos legítimos de bienes, servicios y personas. Un perímetro de seguridad alrededor de toda la zona del TLCAN podría transformar las fronteras internas de manera muy similar a como los Acuerdos de Schengen transformaron las fronteras en gran parte de la Europa continental.
El replanteamiento de la agenda bilateral sobre migración entre México y los EU, que ya estaba avanzando antes del 11 de septiembre, debe hacerse compatible con el nuevo concepto de seguridad territorial de los EU. Aunque hay quienes sostienen que la lucha contra el terrorismo es el enemigo natural de la regularización de la migración, otros están de acuerdo en que ahora más que nunca los países de América del Norte tienen que abordar este asunto en forma trilateral.
La migración, la seguridad, los energéticos, el trabajo y los demás temas que conforman la agenda de América del Norte deben discutirse, manejarse y aplicarse en cuerpos trilaterales que reúnan los conocimientos necesarios para identificar, armonizar y, con el tiempo, hacer converger el diseño de políticas para la región. Esto requiere de una mayor comunicación entre quienes toman las decisiones en los tres países miembros del TLCAN. Los líderes electos de esos países deben definir la agenda y el calendario para la convergencia, pero la aplicación debe quedar en manos de una nueva comisión.
Algunos de los temas que podrían ser parte de la agenda de esa comisión incluyen: la armonización financiera, fiscal y aduanera; la infraestructura para el transporte; los recursos naturales y el desarrollo regional. Existen, por supuesto, muchos otros asuntos, algunos de los cuales ya son objeto de intensos esfuerzos de cooperación, sobre todo en los campos del combate al crimen organizado, el tráfico de drogas y personas y el flujo de contrabando a través de las fronteras. En cualquier caso, es necesario identificar los problemas para que puedan surgir las oportunidades para la cooperación.
El reto actual es renovar al TLCAN añadiéndole el concepto de sociedad. Aunque el reconocimiento de que es mucho lo que todavía nos divide, el tener metas comunes de trascendencia ofrece cimientos sólidos para la cooperación futura. Los tres países se encuentran actualmente en una coyuntura favorable para construir una Comisión para América del Norte que se ocupe de las necesidades de la Comunidad de América del Norte. Debemos de aprovechar el momento y celebrar las negociaciones para crear ese foro.