TOKIO – El Kremlin está de parabienes. Bajo el presidente Vladimir Putin, Rusia reemplazó a Estados Unidos en Siria, sigue interviniendo en el este de Ucrania, y hace poco recibió una cumbre de países africanos en Sochi. Pero las apariencias engañan. Es verdad que Rusia conserva un enorme arsenal nuclear, de igual tamaño al de Estados Unidos, y que usó la fuerza con eficacia contra Georgia en 2008 y Ucrania en 2014; que apuntaló con ayuda militar el régimen de Bashar al-Assad en Siria; y que usó medios cibernéticos para interferir en elecciones en Estados Unidos y otros países. Pero Rusia sólo puede aspirar al papel de aguafiestas internacional. Detrás del aventurerismo, es un país en declive.
TOKIO – El Kremlin está de parabienes. Bajo el presidente Vladimir Putin, Rusia reemplazó a Estados Unidos en Siria, sigue interviniendo en el este de Ucrania, y hace poco recibió una cumbre de países africanos en Sochi. Pero las apariencias engañan. Es verdad que Rusia conserva un enorme arsenal nuclear, de igual tamaño al de Estados Unidos, y que usó la fuerza con eficacia contra Georgia en 2008 y Ucrania en 2014; que apuntaló con ayuda militar el régimen de Bashar al-Assad en Siria; y que usó medios cibernéticos para interferir en elecciones en Estados Unidos y otros países. Pero Rusia sólo puede aspirar al papel de aguafiestas internacional. Detrás del aventurerismo, es un país en declive.