WASHINGTON, DC – Mientras las protestas en favor de la democracia se extienden en el mundo árabe, en Bielorrusia, el reducto lúgubre cuasi-soviético de Europa, la situación ha empeorado desde que el presidente Aleksander Lukashenko reprimió violentamente las manifestaciones posteriores a las elecciones de diciembre y encarceló a siete de los nueve candidatos que participaron en su contra. No obstante, a medida que los gobiernos occidentales –y el gobierno de la Unión Europea en particular– respondan, deben considerar las brutales acciones de Lukashenko como una coyuntura decisiva: el momento en el que el régimen dejó de contar con el apoyo popular y se vio obligado a enfrentarse al fracaso de su modelo socioeconómico antediluviano.
WASHINGTON, DC – Mientras las protestas en favor de la democracia se extienden en el mundo árabe, en Bielorrusia, el reducto lúgubre cuasi-soviético de Europa, la situación ha empeorado desde que el presidente Aleksander Lukashenko reprimió violentamente las manifestaciones posteriores a las elecciones de diciembre y encarceló a siete de los nueve candidatos que participaron en su contra. No obstante, a medida que los gobiernos occidentales –y el gobierno de la Unión Europea en particular– respondan, deben considerar las brutales acciones de Lukashenko como una coyuntura decisiva: el momento en el que el régimen dejó de contar con el apoyo popular y se vio obligado a enfrentarse al fracaso de su modelo socioeconómico antediluviano.