LONDRES – Mientras los inversores derraman miles de millones de dólares sobre las empresas emergentes relacionadas con la inteligencia artificial, la locura de la IA generativa comienza a parecerse a una burbuja especulativa similar a la manía holandesa por los tulipanes en la década de 1630 y a la burbuja de los mares del sur de principios del siglo XVIII. Y, de manera muy similar a la de esos episodios, la bonanza de la IA parece encaminarse hacia la inevitable ruina. En lugar de crear nuevos activos, amenaza con dejar tras de sí solo montañas de deuda.
LONDRES – Mientras los inversores derraman miles de millones de dólares sobre las empresas emergentes relacionadas con la inteligencia artificial, la locura de la IA generativa comienza a parecerse a una burbuja especulativa similar a la manía holandesa por los tulipanes en la década de 1630 y a la burbuja de los mares del sur de principios del siglo XVIII. Y, de manera muy similar a la de esos episodios, la bonanza de la IA parece encaminarse hacia la inevitable ruina. En lugar de crear nuevos activos, amenaza con dejar tras de sí solo montañas de deuda.