WASHINGTON – Como demuestra la reciente Ley de Servicios Digitales de la Comisión Europea, los legisladores en todo el mundo están haciendo esfuerzos, por buenas razones, para combatir el extremismo, la desinformación y la manipulación que han consumido el ecosistema digital, distorsionado el discurso público y profundizado la polarización en los últimos años. Pero sus esfuerzos conllevan riesgos. De la misma manera que las reglas que gobiernan los dominios online pueden fomentar la democracia promoviendo un debate inclusivo e informado, también se puede abusar de ellas para coartar la libertad de expresión.
WASHINGTON – Como demuestra la reciente Ley de Servicios Digitales de la Comisión Europea, los legisladores en todo el mundo están haciendo esfuerzos, por buenas razones, para combatir el extremismo, la desinformación y la manipulación que han consumido el ecosistema digital, distorsionado el discurso público y profundizado la polarización en los últimos años. Pero sus esfuerzos conllevan riesgos. De la misma manera que las reglas que gobiernan los dominios online pueden fomentar la democracia promoviendo un debate inclusivo e informado, también se puede abusar de ellas para coartar la libertad de expresión.